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Curro Andujar. ¿Un pirata cubano del siglo XX?

9 de enero de 2017

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ataque pirata

 

Entre los numerosos hechos históricos de base real, indisolublemente asociados al folclore caribeño –al cual también Cuba suma su cuota de contribuciones–, se encuentra la piratería.

Según recogen las crónicas y otros documentos históricos, el período de mayor florecimiento en este tipo de acciones vandálicas se enmarca entre los siglos XVI y XVIII, intervalo en el que muchos nombres –Morgan, Sores, Exquemeling, Lolonois– se hicieron célebres de acuerdo con el alcance y osadía que alcanzaban sus tropelías en mar y tierra.

De Cuba existen legendarias historias como la del pirata criollo “Pepe Grillo” y otros de menor renombre, pero el caso es que en el siglo XX tales acciones se creían totalmente erradicadas.

Sin embargo, las cosas a veces no suelen ser tan absolutas como parecen, y es el caso que durante las primeras décadas del pasado siglo se produjeron diversas acciones de verdadero carácter pirático, asociadas a un hombre cuyo auténtico patronímico se ha perdido en el tiempo. La leyenda lo recoge con el apelativo del “Curro Andujar”; pero “curro” es un nombre común que se aplicaba y aún se puede aplicar a muchos.

¿Quién era pues Curro Andujar…?

Como acontece con otros bandoleros célebres, su historia real es desconocida, pero se sabe que vivía entre las costas de la antigua Isla de Pinos, el litoral sur del occidente de Cuba y las Islas Caimán. Muchos aseguran que su asentamiento principal estaba precisamente en Caimán Brac.

Curro Andujar trabajaba en el mar como transportista de cabotaje, aparentemente bajo amparo legal, y una de sus actividades mercantiles era acarrear cargas de coco desde Islas Caimán hasta el puerto de Batabanó, al sur de La Habana.

Sin embargo, en sus muchos viajes y recaladas se las ingeniaba para “guiar” con sus indicaciones a las tripulaciones de otras naves que, confiadas en su experiencia, seguían las rutas indicadas por el Curro que inevitablemente les conducían a embarrancarse en arrecifes de coral, “cabezos” o afloramientos rocosos y bancos de arena.

Los barcos que encallaban a partir de estas rutas equivocadas y peligrosas sugeridas por el pirata, sufrían generalmente la pérdida de la nave y el sacrificio de la carga. Entonces, los marinos siniestrados abandonaban el navío en busca de ayuda, dejando a bordo sólo unos pocos hombres para cuidarlo.

Cuando la tripulación abandonaba el buque, Curro Andujar, que había previsto el desarrollo de los acontecimientos, se hacía del botín mediante el asalto y saqueo de los restos del naufragio. Cómo muchos marinos –custodios del acarreo–, hacían resistencia a ser robados, este los mataba degollándolos sin piedad. Después, sustraído el cargamento, destruía la nave para que las autoridades y las empresas del seguro no hallasen pruebas.

Se dice que este singular y despiadado bandolero de mar actuó en el Caribe cubano entre 1910 y 1930, y que era frecuente encontrarlo en la zona de los cayos Largo, El Rosario, Diego Pérez y el sur de Isla de Pinos.

Se cuenta también que una ocasión, viviendo en Cayo Hicacos, fue localizado y quisieron aprehenderle y decomisarle el barco, pero Andujar logró escapar y se fue a Caimán Brac, fuera de la jurisdicción cubana.

Al parecer, el primer barco de su propiedad se le destrozó con el “Ciclón de los Cinco Días”, en octubre de 1910. Después logró construir una goleta de dos palos, pues tenía conocimientos como carpintero de ribera, es decir, era constructor de embarcaciones.

Otra versión de su legendaria vida y sus azares señala que un comerciante, cuyo apellido era Ferrolano, le dio madera para armar su buque –Ferrolano tenía “cortes”, es decir, era propietario de regiones boscosas o de montes de donde se extraían maderas preciosas– y que Andujar lo estafó. Otros señalan que el tal Ferrolano era comerciante de víveres y que Andujar estuvo un mes con su buque atracado en Batabanó, hasta se fue sin pagar al comerciante el grueso importe de la venta…

Lo que fue o lo que no fue del Curro Andujar, queda en el más oscuro misterio. Finalmente, el folclor caribeño nos ha dejado otra historia, cuyas verdaderas raíces y motivaciones se pierden entre las seculares olas y arenas que aportan a los mares del sur de Cuba.

 

 

NOTA: Esta narración ha sido redactada a partir de dos testimonios: de Genaro Sierra Flores, antiguo residente en Santa Fe (Isla de Pinos), nacido en 1903; y de Alberto Fernández Cortés, de Nueva Gerona (Isla de Pinos) nacido en Batabanó (Isla de Cuba) en 1914.

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