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Centenario del huracán de Nueva Gerona (o de Vuelta Abajo)

26 de septiembre de 2017

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Huracán de 1917

Huracán de 1917

 

Este 25 de septiembre habrá transcurrido un siglo del demoledor impacto causado en el occidente de Cuba por el intenso huracán de Vuelta Abajo, o de Nueva Gerona, como también se le nombró, y que estampó una huella de miseria y destrucción en aquellas regiones.

El disturbio que le dio origen se generó en el Océano Atlántico; sin embargo, su existencia fue detectada cuando penetró en el mar Caribe oriental, en la tarde del día 19. Desde el 21 de septiembre se desplazó con rumbo medio al oeste-noroeste, y según aparece en las bases de datos contemporáneas, el día 23 alcanzó notable intensidad (SS-4) poco antes de cruzar sobre el archipiélago de las islas Caimán.

En la mañana del ese mismo día resultó imposible desde La Habana establecer comunicación telegráfica con Jamaica, donde se hallaba el observatorio Kempshot (en MontegoBay), bajo la dirección del meteorólogo inglés Maxwell Hall. Tal interrupción hizo sospechar a los colegas cubanos que la situación había empeorado, y que el sistema había alcanzado notable intensidad y fuerza destructora.

Al final de la madrugada del día 25el centro del huracán comenzó a aproximarse al grupo insular de los Canarreos. Horas después el ojo del torbellino tocaba tangencialmente la costa nordeste de Isla de Pinos (actual Isla de la Juventud), provocando devastación en todo el territorio pinero. Nueva Gerona, La Fe y otros pequeños poblados quedaron en ruinas, y la situación de los damnificados resultó inenarrable. Aún los residentes en casas sólidas, con cubierta de tejas, como las construidas por los estadounidenses establecidos allí, sufrieron grandes daños.

El ojo del huracán de Vuelta Abajo tocó el sur dela isla de Cuba por la costa del municipio San Cristóbal. Toda la zona central de Pinar del Río comprendida entre Los Palacios, por el este, y San Luis por el oeste, fue duramente golpeada. Existe copia de un barograma trazado en Consolación del Sur, próximo a la zona central del meteoro, en el que se aprecia que alrededor de las 8:00 p.m. del día 25, la presión atmosférica descendió hasta 938 hPa. Ese valor coincide con otra medición realizada en Isla de Pinos, y parece avalar que la mínima sobre el territorio de Cuba estuvo efectivamente en ese orden, dado que se obtuvo idéntico registro en dos instrumentos diferentes. Estos valores de la presión, correlacionados con la magnitud de los daños, inducen a ratificar que se trataba de un huracán de gran intensidad.

La información —incompleta y extraoficial—, procedente de los corresponsales que reportaron a la prensa lo ocurrido, no permite precisar el número exacto de víctimas a resultas del huracán, aunque se puede colegir que no debió bajar de un centenar, y que la cifra de damnificados se acercó a los 5 mil, la mayor parte de ellos procedentes de las zonas rurales del centro de Pinar del Rio e Isla de Pinos. A ello habría que sumar los daños humanos en las comunidades de carboneros y pescadores, aisladas en el litoral y el mar.

Al salir del territorio cubano el huracán se desplazó hacia el golfo de México con rumbo medio al noroeste. Poco después inició la recurva y golpeó duramente, tres días más tarde, el territorio de Pensacola, en el estado de la Florida.

Al abandonar el territorio insular por la costa septentrional del occidente, muy cerca de la localidad de La Palma, seratificaba la “maldición ciclónica” de Pinar del Río, que una vez más le atraía la furia de aquel mítico titán que los aborígenes caribeños invocaron bajo el temible apelativo de Jurakán.

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