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Yuri Gagarin. Aniversario 53 de una hazaña sin precedentes (I)

12 de abril de 2014

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Un hombre se halla casi acostado dentro de un pequeño e incómodo recinto esférico, a 38 metros de altura sobre el terreno. Prácticamente, no puede moverse. Su cuerpo está apresado por una pesada escafandra con casco. Respira oxígeno casi puro, y mediante mecanismos presurizadores se intentará equilibrar, hasta cierto punto, la falta de presión atmosférica que pronto le sobrevendrá.

Yuri Gagarin y Serguei Korolev

Yuri Gagarin y Serguei Korolev

Lo que va a ocurrir a continuación es realmente muy riesgoso y complicado para cualquier ser humano, pero él está entrenado para soportar eso y mucho más, si fuera preciso. Además, no tiene tiempo para pensar en su situación porque se mantiene en enlace radial con un centro de mando en tierra y debe ejecutar numerosas operaciones en las que se exige poner máxima atención. Se encuentra ciertamente aislado, en el tope de un poderoso proyectil cargado de combustible de alta energía que le impulsará, en pocos minutos de vuelo, más allá de la atmósfera: es 12 de abril de 1961…
Ahora han transcurrido 43 años de aquel momento en el que se produjo una de las más grandes conquistas del ingenio humano de todos los tiempos: el primer viaje al espacio ultraterrestre ejecutado por un ser humano.
A este acontecimiento de trascendencia universal se dedicaron en su momento, y durante todo el decenio de los años sesenta del siglo XX, incontables páginas para reseñarlo y ensalzarlo; pero con el paso de los años se suele olvidar cuánto significaron en su tiempo las grandes hazañas como esta. Por eso, aquellos que tenemos la responsabilidad de examinar la historia de la ciencia y señalar sus intrínsecos valores, estamos llamados a reanalizar periódicamente los entornos, las épocas y las realizaciones del intelecto humano, para que no desconozcamos nuestra deuda con los padres de la ciencia actual ni desdeñemos el justo valor que tuvieron tales logros en su contexto temporal.

Nave Vostok 1

Nave Vostok 1

En efecto, a las 9 horas y 7 minutos del 12 de abril de 1961 (hora de Moscú), el módulo de la nave Vostok-1 era lanzado al espacio circunterrestre desde las plataformas técnicas del centro espacial de Baikonur, en Siberia, entonces parte de la Unión Soviética. En su interior viajaba un piloto de la aviación militar llamado Yuri Alexeevich Gagarin (1934-1968), joven de 27 años recién cumplidos.
El vuelo estuvo programado para que Gagarin efectuase sólo una vuelta alrededor de la Tierra, hecho que entonces constituyó una verdadera heroicidad. A las 10 horas y 55 minutos de ese mismo día, la cápsula de descenso de la nave Vostok toco tierra en un lugar adyacente a la aldea de Smelovka, en la región de Saratov.
El vehículo espacial había sido colocado en una órbita cuya altura máxima (o apogeo) era de 327 kilómetros sobre la superficie del Planeta, y 181 kilómetros de altura mínima (o perigeo). El recorrido duró sólo una hora y 48 minutos.
Vostok-1 había sido diseñada para llegar a la órbita con un peso de poco mas de seis toneladas. Sin embargo, el cosmonauta sólo ocupaba una pequeña cámara esférica de dos metros y 30 centímetros de diámetro y 2,4 toneladas de peso. Al momento del aterrizaje, esa sección se desprendió del cuerpo principal de la nave. El frenaje se produjo mediante un retrocohete que aseguraba la desaceleración necesaria para la “caída a tierra” del ingenio.
Muchos problemas de no menor importancia debieron ser resueltos, entre ellos el aseguramiento del régimen térmico de la nave —indispensable para mantener la vida del cosmonauta—, así como el cálculo preciso de la órbita y la hermetización de la cabina.
Muchas personas suponen que Gagarin tocó tierra dentro de su cápsula, y que bajó de ella como si llegase de una excursión. Lo cierto es que lo previsto en la maniobra de descenso era que a siete kilómetros de altura se disparara su silla de eyección, donde viajaba semisentado, y que llegase al suelo suspendido de su paracaídas personal, tal y como sucede en los aviones de combate cuando los pilotos se ven obligados a abandonar la nave por causa de un peligro inminente. Aún no era totalmente confiable la tecnología necesaria para asegurar un aterrizaje suave del aparato, y hubo que hacerlo de esa manera.
Este primer vuelo “al cosmos”, como solía decirse, demostró que los seres humanos eran capaces de soportar sin riesgo alguno (con la protección técnica adecuada) la enorme carga física provocada por las grandes aceleraciones, imprescindibles para la colocación de la nave en órbita, así como el aumento notable de los niveles de radiación existentes en el espacio exterior —fuera de la eficiente protección de la atmósfera de la Tierra—, y la ausencia de peso mientras se hallaba alrededor del Planeta.
Habían transcurrido sólo tres años y seis meses desde el lanzamiento del primer satélite artificial de la Tierra cuando en la Unión Soviética se organizó el primer equipo de cosmonautas, formado por hombres bien entrenados, atendiendo a un riguroso criterio según sus condiciones físicas y mentales. El protagonista de esta primera misión formaba parte de ese grupo.
Para la realización de tal empresa se requirió el esfuerzo de miles de científicos, técnicos y obreros especializados en diferentes ramas de la ciencia y la tecnología, y en especial el ingente trabajo necesario para el desarrollo de cohetes impulsores de gran potencia y seguridad. Ellos tampoco deben ser olvidados.
Justo es mencionar el nombre de Serguei Pablovich Koroliov (1906-1966), el hombre que encabezó los esfuerzos de toda una nación para llevar a cabo la construcción y puesta a punto de las primeras naves cósmicas. Koroliov fue el ingeniero-jefe de los estudios y talleres donde tomaron forma los proyectos de las naves espaciales y los proyectiles que las condujeron hacia el espacio.
Se asegura que poco antes de partir, el científico se acercó a Gagarin, y colocando sus manos con afecto sobre los hombros del cosmonauta, le dijo: —Yuri, cualquier cosa puede suceder; pero recuerda: pase lo que pase, toda nuestra inteligencia te estará acompañando siempre desde la Tierra. Estoy absolutamente seguro que tendremos éxito—. Y así fue.
Finalizaremos señalando que, como parte de un periplo por diversos países, después de concluir su extraordinaria misión, Yuri Gagarin visitó Cuba el mismo año 1961, y a ese hecho dedicaremos nuestra reseña de la próxima semana. Ahora, evoquemos su memoria y la de los que con él hicieron posible esta hazaña de llevar un hombre al espacio, hace ya más de cuatro décadas.

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