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Yulian Semionov

2 de marzo de 2017

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En los días iniciales del mes de junio de 1986, La Habana vivió una auténtica fiebre de literatura policial con la fundación en esta ciudad de la Asociación Internacional de Escritores Policíacos (AIEP), motivo por el cual concurrieron a la capital cubana importantes autores del muy popular género.

Los miembros fundadores fueron el escritor mexicano Paco Ignacio Taibo II, el ruso (entonces soviético) Yulian Semionov, los cubanos Rodolfo Pérez Valero y Alberto Molina, el checo Jiri Prochazka, el también mexicano Rafael Ramírez Heredia y el uruguayo Daniel Chavarría, quienes celebraron entonces su encuentro fundacional.

De los citados, aparte de los cubanos y del uruguayo Chavarría, con larga residencia en el país, tal vez el más conocido lo fuera Semionov, de 55 años a la sazón y abundante obra como escritor.

La literatura policial —incluidas sus vertientes de la novela negra, el contraespionaje y la inteligencia— contaba en Cuba con importantes narradores y una buena cantidad de libros publicados, por lo que eran muchos los lectores atentos a cuanto estaba ocurriendo por aquellos días. El 7 de junio de 1986 se dio a conocer oficialmente la noticia de la creación de la AIEP, cuyo primer presidente fue Yulian Semionov.

Decíamos al inicio de esta nota que Semionov era “el más conocido”. Y ya veremos las razones para esta afirmación: el serial Diecisiete instantes de una primavera, de doce capítulos filmados a partir de la novela homónima de Semionov y protagonizado por el actor Viacheslav Tijonov en el papel del agente Maxim Isaiev (Stirlitz), había deparado a los espectadores cubanos muy gratos momentos ante la pequeña pantalla. Era, además, una prueba de la maestría narrativa de un autor que manejaba con acierto los recursos de la novela de contraespionaje, ambientada en este caso en los meses finales (febrero y marzo de 1945) de la Alemania fascista.

Preguntado si hacía algún plan a la hora de escribir, respondió:

En lo absoluto. No puedo darme el lujo de perder esa libertad que tienen mis personajes para convertirse en seres vivos y que hagan lo que mejor les parezca. Entonces lo único que sé de ellos es lo que ellos mismos me han dicho, así que nada podré planificarles. Tampoco puedo responder a preguntas como a cuál quiero más, porque eso también resulta circunstancial como en la vida misma.

Semionov trabajó durante años en la redacción del periódico Pravda y como corresponsal de prensa en varios países, escribió otras novelas igualmente publicadas en Cuba, entre ellas Una bomba para el señor presidente y Petrovka 38. En su país se le considera pionero de la novela política de aventuras.

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