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Yehudi Nenuhin

27 de abril de 2022

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Cuando Yehudi Menuin se presentó por vez primera en La Habana contaba solo 30 años, pero su currículum era el de un consagrado, pues había sido considerado un niño prodigio y con su desarrollo posterior confirmó las expectativas cifradas en él.

Las publicaciones especializadas del mundo de la música le dedicaban sus páginas, la crítica se descubría ante él y el público lo admiraba con delirio. Era el príncipe del violín, y sus actuaciones un disfrute para los sentidos.

Fue el viernes 8 de febrero de 1946 la fecha de su debut para los cubanos en Auditórium, sede de la Sociedad Pro Arte Musical, que traía a Cuba a los más célebres concertistas del planeta.

La prensa nacional destacaba el carácter exclusivo de sus presentaciones, avaladas por una cuantiosa discografía a través de la cual ya se le conocía en el país. El programa de aquella función primera comprendió la Obertura de los Maestros Cantores, de Wagner; Concierto Opus 61 y Sinfonía No. 5 de Beethoven. Para más datos,  la orquesta la dirigió otra celebridad, el maestro austríaco Erich Kleiber, titular de la Filarmónica. Fue aquella función de lujo, inolvidable para el sentido del oído y el buen gusto.

Siete años demoró Yehudi Menuin en volver a ofrecer conciertos en Cuba, y de nuevo lo hizo en el mes de febrero, ahora de 1953, fecha en que se presentó, como en la ocasión anterior, en Auditórium.

El artista dio dos conciertos, en los cuales incluyó las obras Homenaje a la tonadilla, de Julián Orbón; Concierto Opus 61, de Beethoven; y Obertura Tanhauser y Encantos del Viernes Santo, ambas de Richard Wagner. La orquesta la dirigió el maestro alemán Frieder Weissman.

A sala llena se dieron las funciones de quien la prensa denominaba “el más ilustre violinista del mundo contemporáneo”.

De ascendencia rusa, Menuin nació en Nueva York en 1916. Como ejecutante tenía habilidades técnicas notables, desarrolladas tempranamente, que acompañaba de un toque de frescura y espontaneidad. Durante la Segunda Guerra Mundial dio conciertos para las tropas aliadas, en los escenarios mismos de la guerra. Luego, en 1959, se estableció en Londres, donde el éxito también lo reverenció.

Cuba, donde acostumbraban presentarse las luminarias de la música y se conocían sus grabaciones, Menuin gozaba de toda la popularidad a que podía aspirar un concertista… y no era poca.

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