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Vittorio Gassman

23 de septiembre de 2022

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No hay reglas constantes. Todo depende del guión y de las relaciones entre director y actor.

Con tales palabras, pronunciadas en buen español, respondió el actor italiano Vittorio Gassman a quien pretendía conocer de él la fórmula de sus fabulosas actuaciones.

Alto, 1,84 metros de estatura, con el perfil elegante que acostumbramos ver en sus filmes, la barba corta y plateada, y un cigarrillo entre los dedos, el tantas veces galán y otras tantas villano del cine italiano fue una de las grandes atracciones del 11no. Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano efectuado en La Habana.

El actor y director Vittorio Gassman llegó a la ciudad en la madrugada del 15 de diciembre de 1989. “He hecho unas 130 películas” -confesó, para a continuación añadir: “Creo que demasiadas. De ellas hay unas 15 ó 20 de las que me siento orgulloso y tranquilo”.

Fundador del Teatro Popular Italiano, escenario ambulante de 3 000 localidades; intérprete de Shakespeare, de los trágicos griegos y de los clásicos latinos; director cinematográfico desde 1956, con Kean, adaptación de una obra de Alejandro Dumas; protagonista de numerosas cintas como Arroz amargo, Amor latino, Los pícaros, Rufufú, La familia, La gran guerra y otras muchas, en Cuba a Vittorio Gassman se le recuerda más que por ninguna otra en su excelente comedia Perfume de mujer, premio de actuación en el Festival de Cannes. ¡Qué clase de película!

Durante su breve estancia, Vittorio Gassman ofreció una conferencia de prensa, un espectáculo unipersonal en el Teatro Nacional en la noche del 16 de diciembre de 1989 y una clase magistral en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños.

“Quise ser escritor —dijo entonces—, pero mi madre, que había anhelado ser actriz, me encaminó por el arte. Ya no me concibo haciendo otra cosa. He escrito un libro autobiográfico que fue un best seller, uno de poemas líricos y en mayo (de 1990) editarán mi primera novela. Tiene mucho de mí, pues fue como una especie de autoterapia”.

Con maestría gestual, buen humor, sencillez y probada eficiencia comunicativa, el artífice de la comedia italiana pudo muy bien confundirse en La Habana con uno más de sus muchos personajes.

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