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Violinista e impulsor de la enseñanza musical en Cuba

15 de octubre de 2019

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Una vez más voy a referirme a un músico poco conocido y reconocido, a pesar de haber dejado una importante huella en nuestra cultura: Diego Bonilla.

Nació en Manzanillo el 18 de enero de 1898, donde los maestros Hubert de Blanck, Orbón y Peyrellade comenzaron  establecer sus filiales. Y allí comenzó a estudiar Diego de niño. Era hijo del sevillano Francisco Bonilla Olmedo, y la manzanillera Josefa Quesada. Su primera experiencia musical fue en la banda de música infantil de su primera escuela de música, en la que aprendió a tocar: flauta, flautín, clarinete y oboe; pero su verdadera vocación era en el violín, instrumento que aprendió a tocar con el profesor Francisco Rodríguez Carballés.

Pasó su adolescencia alternando su trabajo en un banco norteamericano con el estudio y tocando en la banda pero, además, comenzó a cultivar aplausos como violinista, en las veladas culturales que se realizaban en Manzanillo. A los 17 años, estimulado por su maestro, decidió trasladarse a La Habana para continuar sus estudios en el Conservatorio Nacional de Música con el destacado violinista Juan Torroella, a quien, en ocasiones, sustituyó en ese centro docente. Siendo aún estudiante, comenzó a ofrecer recitales en la Sala Espadero del Conservatorio y a los 20 años obtuvo Premio en el Ateneo de la capital cubana. Dos años después recibió una beca para ampliar estudios en Europa. Por su brillante técnica y refinada sensibilidad, Bonilla se convirtió en primer violín de la Orquesta Filarmónica de Madrid. A los 25 años, viajó a París para continuar sus estudios superiores de música, y en 1925 ofreció su primera actuación en la Sala de Conciertos del Hotel Magestic y la crítica especializada lo calificó de virtuoso.

Luego de múltiples presentaciones en Madrid, París y Nueva York Diego Bonilla regresó a Cuba, en 1926, lleno de lauros, y el 23 de noviembre ofreció su primera actuación en el Teatro Payret, a la que siguieron otras por todo el país. Pero las vivencias adquiridas en sus recorridos le permitieron percibir el estado de corrupción y abandono en que se hallaba la sociedad cubana, lo que hirió profundamente su sensibilidad artística y le impulsó a integrarse al Grupo Minorista, que constituía la vanguardia revolucionara de la juventud de entonces. Algún tempo después marchó a París para concluir sus estudios superiores donde continuó cosechando éxitos. También viajó a otros países, y en varias ocasiones regresó a Cuba donde estableció su residencia definitiva. A pesar de su brillante carrera como interprete, Bonilla comenzó a impartir clases y fue tal su desempeño, que al renunciar Amadeo Roldán a su cargo de director del conservatorio por razones de salud, fue sustituido por él, ocasión que aprovechó para elaborar un plan que favoreciera del desarrollo de la enseñanza musical, y gracias a su gestión, se construyó el edificio que actualmente ocupa el Conservatorio “Amadeo Roldán”. Pero a pesar de todo cuanto hizo Bonilla por continuar el camino iniciado por Amadeo Roldán a favor de la enseñanza musical, fue víctima de la politiquería de entonces, y sustituido de su cargo. Sin embargo, continuó ofreciendo su arte por todo el país y colaborando con el Ministerio de Educación, hasta que su salud se deterioró y sólo le permitía impartir clases en su casa.

Diego Bonilla falleció en La Habana el 28 de enero de 1976, a los 78 años de edad.

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