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Vicente Escobar: nuestro primer pintor de importancia (I)

17 de mayo de 2013

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 Vicente Escobar, legalmente, nace negro y muere blanco

Así lo afirmó con toda razón el especialista Jorge Rigol pues en aquella sociedad colonial no solo se vendían títulos nobiliarios, sino también “el título de blanco”.
Esta circunstancia  le permitió a este pintor nacido en La Habana, en 1762, abandonar su condición de “persona de color” y pasar a la de blanco, aun cuando al nacer fuera inscrito en el Libro Registro de Nacimientos de Pardos y Morenos.
Este insólito prodigio mimético sería posible por la promulgación de la llamada Real Cédula de “gracias al sacar” (Aranjuez, 10 de enero de 1795) en la cual el rey de España Carlos III dispensaba de la calidad de pardos a los mulatos capaces de abonar la suma de dinero tarifada para tal objetivo en la real disposición.

Fernando VII, retrato hecho por Vicente Escobar

Este hecho fue aprovechado por el artista en su trágico esfuerzo por escapar de la posición de inferioridad en la que lo situaban los prejuicios raciales en esos años coloniales. Y que él se cuidó de afianzar además por su matrimonio con una joven blanca, Josefa de Estrada y Pimienta, natural de Bejucal.
De esta suerte no es de extrañar que cuando Vicente Escobar y Flores fallece en La Habana, en 1834, su nombre figure en el Libro Registro de Defunciones de Españoles, como si no descendiera por ambas líneas, materna y paterna, de pardos libres, y sus antecesores masculinos no ostentaran diferentes grados en la Milicia de Pardos y Morenos, en la que se distinguió su abuelo materno, Antonio de Flores, quien, según se cree, murió de las heridas recibidas en la defensa de La Habana contra los invasores ingleses de 1762.
Pero lo cierto es que este mulato que irrumpió en la pintura de forma autodidacta, y cuya vida fue un tenaz forcejeo por traspasar las fronteras raciales, fue el más cotizado retratista de la Isla a comienzos del siglo XIX. Y no simplemente–es bueno aclararlo-, porque, pese a ser mulato, se hizo con sus papeles de blanco, aunque, por supuesto, ello lo benefició.
Vicente Escobar fue nuestro primer pintor de importancia.
Elevado con cierta rapidez en la escala social por sus notables dotes como retratista, fue amigo y pintor de capitanes generales. Tuvo clientela de abolengo, y fue nombrado, hacia 1827, “Pintor de Cámara de su Majestad”, lo que se debió, sin duda, a las gestiones del capitán general Francisco Dionisio Vives, quien lo recomendó en retribución al artista por haber iniciado en la Casa del Gobierno la galería de los Capitanes Generales.
Pero no todo fue color de rosa para este precursor de la plástica en Cuba.  Pese a su fama y “sus papeles de blanco” no pudo figurar entre los profesores de la Escuela de Pintura y Escultura de San Alejandro, fundada en 1818. La explicación es obvia.  Si en la Academia no se permitía el ingreso de alumnos negros, ¿cómo iba a ser aceptado un mestizo en su cuerpo docente por muy blanco que lo acreditaran sus  papeles?
Ansioso de honores y consideraciones oficiales, cuántos desprecios debió sufrir Vicente Escobar en aquella sociedad colonial en la que vivió, y donde su afán de escalar una altura social, acaparó la mayor parte de sus fuerzas.
Todavía se ignoran muchos aspectos de su personalidad.

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