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Valoraciones de José Martí sobre el luchador independentista Carlos Roloff

24 de mayo de 2019

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1 Carlos Roloff

 

José Martí calificó a Carlos Roloff como el vehemente y fiel polaco, el cubano indomable y fidelísimo que trajo a la guerra de la libertad, a la guerra de un país donde él no había nacido, su juventud y su fortuna.

Entre los hombres de diferentes partes del mundo que dieron en el siglo XIX su contribución a la guerra por la independencia de Cuba se encuentra el polaco Carlos Roloff Mialowski, a quién 1902 se le concedió la ciudadanía cubana. Él falleció en Guanabacoa el 17 de mayo de 1907.

Roloff había nacido el 4 de noviembre de 1842, en Varsovia. Cuando tenía 20 años abandona Polonia y se radica en los Estados Unidos de América. Entonces forma parte de los ejércitos de Abraham Lincoln durante la guerra de Secesión por la abolición de la esclavitud.

A mediados de 1865 llega a Cuba y se establece en Caibarién. Realiza las labores de tenedor de libros en una empresa estadounidense.

Se identifica con las ideas independentistas de los cubanos y ya el siete de febrero de 1869 al producirse el levantamiento en la antigua provincia de Las Villas, en el Cafetal González en el valle de Manicaragua, atendiendo a su gran experiencia militar es nombrado Mayor General y Jefe del Estado Mayor de todas las fuerzas mambisas de ese territorio. Desde entonces participa en disímiles combates y batallas.

En 1878 tras haberse firmado el Pacto del Zanjón depone las armas pero deja constancia de su inconformidad al escribir en el informe de los hechos: “Las fuerzas de Las Villas jamás han aceptado el tratado deshonroso del Zanjón y sólo capitulamos por el peso de los acontecimientos.”

Instalado entonces en Guanabacoa, en La Habana, Carlos Roloff resultó después expulsado de Cuba por sus actividades conspirativas y volvió a los Estados Unidos de América y ya a finales de 1878 fue nombrado Tesorero del Comité Revolucionario Cubano en el exilio y al año siguiente ocupa la Secretaría de dicho Comité.

Junto al General Calixto García fue uno de los principales organizadores de la Guerra Chiquita que se desencadenó en el territorio cubano entre 1879 y 1870.

Posteriormente se radica en Honduras y colaboró con el proyecto insurreccional que tenían pensado llevar a cabo Máximo Gómez y Antonio Maceo en los años de la década del 80.

Años más tarde cuando José Martí trabajaba en la organización de lo que calificara como la Guerra Necesaria, Carlos Roloff brindó su apoyo.

Carlos Roloff retornó al territorio cubano el 25 de julio de 1895 cuando arriba en unión de Serafín Sánchez y otros combatientes en una expedición que desembarca en Tayabacoa, en la provincia de Las Villas.

Ya en los campos insurrectos fue nombrado Secretario de Guerra y después desempeñó la función de Inspector General del Ejército Libertador.

Al producirse la intervención y posterior ocupación del territorio de Cuba por Estados Unidos, expresó: “A las doce del día se arría en El Morro la bandera española, con lo cual queda cumplida una parte de nuestro programa. España ha desaparecido de Cuba, pero en lugar de esa bandera se izó la estrellada norteamericana y no la gloriosa estrella solitaria, a cuya sombra hemos combatido. Aplazamos nuestro regocijo para el día en que definitivamente flamee en El Morro la bandera cubana.”

A partir de 1902 desempeñó tas funciones de Tesorero General de la Isla de Cuba. Un lustro después se produjo su fallecimiento.

José Martí sintió una gran admiración por este destacado luchador por la independencia de Cuba, nacido en Polonia.

En un trabajo publicado en Patria que tituló Roloff, en la edición correspondiente al 7 de mayo de 1892, Martí contó el impacto que causó la presencia de Roloff en un encuentro con los integrantes de un club patriótico.

Señaló: “En cortísimas frases, pero expresivas y limas del más elocuente y puro sentimiento, dijo el general Roloff que lo mismo que había ofrecido a Cuba sus pobres servicios, y su vida, en la guerra pasada, ahora, o en cualquier tiempo que Cuba lo necesite, y siempre que sea serio y unido el trabajo revolucionario, él ofrece su braco y su sangre a la libertad cubana”.

Y agregó: “Roloff viene a New York, a la ciudad misma donde guardó celoso la bandera caída, en el ansía de volverla a desplegar; donde, sin curarse de nieves ni pobrezas, urdía, a solas con su pluma activa, la trama revolucionaria; donde estuvo, leal como un hijo, hasta que perdió su última esperanza.”

También detalló al referirse a las características del patriota de origen polaco: “ Los que a su lado procurábamos, viendo como la guerra chispeaba, poner juntos, con alma buena, y noble fin, sus componentes más tenaces que unidos; los que desde entonces abríamos a la sangre inevitable el cauce firme, y de limo fecundo, de las libertades públicas; los que de la guerra hemos visto siempre los peligros tanto como las grandezas, y hemos tratado de componer y acrecer éstas de modo que aminoren, o anulen, los peligros; los que, helada sobre helada, le veíamos a Roloff el alma indómita, el tesón habilidoso, el trabajo continuo, la mirada centelleante, recordábamos en él a aquella Polonia insigne que tampoco ha rendido la bandera, a la Polonia vencida por sus propias castas, más que por el ruso Muoravieff, a la Polonia conmovedora y heroica de 1832 y 1863, a aquellos héroes que el polaco de Cuba no sabía recordar sin levantarse de la silla.”

Y también expuso en la parte final de su trabajo: “¡Venga sin miedo Roloff a New York, que aquí no encontrará más que brazos abiertos!”

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