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Valoraciones de José Martí acerca José de la Luz y Caballero

5 de julio de 2019

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Obra del pintor, dibujante y litógrafo de origen salvadoreño Juan Francisco Wenceslao Cisneros

Retrato de José de la Luz y Caballero. Obra del pintor, dibujante y litógrafo de origen salvadoreño Juan Francisco Wenceslao Cisneros

 

Tanto en discursos como en varios trabajos periodísticos José Martí hizo referencia a la vida y labor de destacadas personalidades cubanas.

Y entre ellas trató acerca de José de la Luz y Caballero, cuyo nacimiento tuvo lugar en La Habana el 11 de julio de 1800.

Precisamente al resumir en dos palabras la trascendencia que le concediese a la labor realizada por ese notable educador y pensador, planteó: “Sembró hombres.”

Luz y Caballero estudió en el Seminario San Carlos y fue alumno de Félix Varela. Después en la citada institución, entre 1824 y 1828, desempeñó la cátedra de Filosofía.

Seguidamente estuvo tres años en Europa y a su regreso a Cuba asumió la dirección del colegio San Cristóbal, en La Habana. Simultáneamente impartió clases de filosofía en el convento de San Francisco.

Entre 1835 y 1842 ocupó responsabilidades en la Sociedad Económica de Amigos del País.

Luchó entonces por incrementar la instrucción pública al elaborar artículos de carácter histórico y también divulgó la vida y labor de autores literarios cubanos.

José de la Luz y Caballero dedicó una especial atención a la superación de los maestros.

Consideró que la enseñanza debía proporcionar junto con la instrucción de los seres humanos, convicciones morales, patrióticas e ideológicas, así como amor y respeto a la belleza en sus diversas manifestaciones e incluso hábitos higiénicos.

Su concepto acerca de la educación se basó en la participación activa de los alumnos y en realidad le concedió gran importancia a la atención de las necesidades y motivaciones de los niños.

José Martí opinó de manera muy específica sobre José de la Luz y Caballero y destacó que él había dado a su patria toda la paciencia de su mansedumbre, todo el vigor de su raciocinio y toda la resignación de su esperanza.

Además especificó en 1875 al recordar lo ocurrido cuando se produjo el fallecimiento en 1862 de ese eminente educador: “Los niños, se agruparon a la puerta de aquel colegio inolvidable; los hombres lloraron sobre el cadáver del maestro: la generación que ha nacido siente en su frente el beso paternal del sabio José de la Luz y Caballero”.

Otra de las valoraciones de José Martí sobre esta gran figura cubana aparece en el periódico El Economista de Nueva York, en 1888, como preámbulo a la publicación en ese diario de las cartas de José de la Luz a José Podbielski.

Martí detalló: “Los cubanos veneran y los americanos todos conocen de fama al hombre santo que, domando dolores profundos del alma y el cuerpo, domando la palabra, que pedía por su excelsitud aplausos y auditorio, domando con la fruición del sacrificio todo amor a sí y a las pompas vanas de la vida, nada quiso ser para serlo todo, pues fue maestro y convirtió en una sola generación un pueblo educado para la esclavitud en un pueblo de héroes, trabajadores y hombres libres.”

Seguidamente aseguró al comentar las posibilidades que tuvo de la Luz y Caballero para desarrollar su vida desde el punto de vista profesional: “Pudo ser abogado, con respetuosa y rica clientela, y su patria fue su única cliente. Pudo lucir en las academias sin esfuerzo su ciencia copiosa, y solo mostró lo que sabía de la verdad, cuando era indispensable defenderla”

También manifestó: “…supo cuánto se sabía en su época; pero no para enseñar que lo sabía, sino para trasmitirlo. Sembró hombres.”

Precisó además que el noble anciano poco antes de morir entregó las cartas que en ese momento publicaba El Economista americano y aseguró: “…no las dio como cosa común, sino como quien, al irse de la vida, lega a quien sabrá guardarlo su mejor tesoro.”

En 1893 en el periódico Patria Martí vuelve a hacer referencia a José de la Luz y Caballero y recuerda el valor de su obra precursora al exponer: “Él, el padre; él, el silencioso fundador; él, que a solas ardía y centelleaba, y se sofocó el corazón con mano heroica, para dar tiempo a que se le criase de él la juventud con quien se habría de ganar la libertad que solo brillaría sobre sus huesos.”

Martí enfatizó que él, que antepuso la obra real a la ostentosa prefirió ponerse calladamente, sin que le sospechasen el mérito ojos nimios, de cimiento de la gloria patria y precisó que es desconocido sin razón por los que no tienen ojos con que verlo, y negado a veces por sus propios hijos.

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