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Valoraciones de José Martí acerca de la vida y labor del poeta cubano Julián del Casal

25 de octubre de 2013

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El 21 de octubre de 1893 falleció en La Habana Julián del Casal, quién se destacó por la labor realizada como poeta y periodista. Del Casal  tuvo una vida muy breve ya que murió cuando contaba 29 años. Él había nacido igualmente en La Habana el siete de noviembre de 1863.


Cursó estudios en el Real Colegio de Belén, centro en el que ingresó en 1870. Desde muy joven evidenció sus cualidades como poeta. Precisamente publicó sus primeros versos en el periódico manuscrito El Estudio que fundó en unión de varios compañeros.
En 1880 se graduó de bachiller y comenzó entonces a estudiar la carrera de derecho, la cual no llegó a concluir.
Con posterioridad  empezó a colaborar con diferentes órganos de prensa. Sus primeros trabajos en este tipo de medio de difusión masiva fueron publicados por el semanario titulado El Ensayo, especializado en la divulgación de temas relacionados con las ciencias, las artes y la literatura.
También por esa época, solía frecuentar el Nuevo Liceo de La Habana y se relacionó con importantes autores tanto cubanos como extranjeros.
Igualmente trabajó como escribiente de la Intendencia General de Hacienda y en 1888 se trasladó hacia España. Poco tiempo después retornó a su tierra natal en precaria situación económica y entonces empezó a laborar como corrector de pruebas y periodista en el semanario La Discusión y más tarde en otras publicaciones.
A Julián del Casal se le considera, junto a Gutiérrez Nájera y José Asunción Silva, uno de los iniciadores del movimiento modernista en Cuba.
Diez Días después de la muerte de Julián del Casal, publica Martí en el periódico Patria un articulo que resume su valoración acerca de este notable creador cubano.
En la parte inicial del citado trabajo expresa que aquel nombre tan bello que al pie de los versos tristes y joyantes parecía invención romántica más que realidad, no es ya el nombre de un vivo.
Y agregó que aquel fino espíritu, aquel cariño medroso y tierno, aquella ideal peregrinación, aquel melancólico amor a la hermosura ausente de su tierra nativa, “ya no son hoy más que un puñado de versos impresos en papel infeliz, como dicen que fue la vida del poeta.”
Martí comentó que de la beldad vivía prendida su alma; del cristal tallado y de la levedad japonesa; del color del ajenjo y de las rosas del jardín; de mujeres de perla, con ornamentos de plata labrada; y él, como Cellini, ponía en un salero a Júpiter.
E igualmente manifestó de inmediato: “Aborrecía lo falso y pomposo.”
Precisó que murió, de su cuerpo endeble, o del pesar de vivir, con la fantasía elegante y enamorada, en un pueblo servil y deforme.
Y de inmediato expuso: “De él se puede decir que, pagado del arte, por gustar del de Francia tan de cerca, le tomó la poesía nula, y de desgano falso e innecesario, con que los orífices del verso parisiense entretuvieron estos años últimos el vacío ideal de su época transitoria.”
Resaltó Martí que por toda  nuestra América era Julián del Casal muy conocido y amado, y dijo que ya se oirán los elogios y las tristezas.
“Y es que en América –puntualizó- está ya en flor la gente nueva, que pide peso a la prosa y condición al verso, y quiere trabajo y realidad en la política y en la literatura. Lo hinchado cansó, y la política hueca y rudimentaria, y aquella falsa lozanía de las letras que recuerda los perros aventados del loco de Cervantes..
Y más allá de lo detallado en este trabajo acerca de Julián del Casal, Martí precisó algunas consideraciones en torno a la poesía como tal.
Significó que en el mundo, si se le lleva con dignidad hay aún poesía para mucho y aseguró que todo es el valor moral con que se encare y dome la injusticia aparente de la vida.
Martí también expresó que mientras haya un bien que hacer, un derecho que defender, un libro sano y fuerte que leer, un rincón de monte, una mujer buena, un verdadero amigo, tendrá vigor el corazón sensible para amar y loar lo bello y ordenado de la vida, “odiosa a veces por la brutal maldad con que suelen afearla la venganza y la codicia”. Puntualizó: “El sello de la grandeza es ese triunfo.”
Además José Martí detalló en el citado trabajo que el verso, hijo de la emoción, ha de ser fino y profundo, como una nota de arpa.
“No se ha de decir lo raro –significó-, sino el instante raro de emoción noble y graciosa. Y ese verso, con aplauso y cariño de los americanos, era el que trabajabas Julián del Casal.
Y en la parte final de este trabajo publicado en “Patria”, Martí volvió a hacer referencia a la muerte del poeta, a quién, según dijo, no lo llegó a conocer.
Y seguidamente planteó la siguiente consideración:  ¡Así vamos todos, en esa pobre tierra nuestra, partidos en dos, con nuestras energías regadas por el mundo, viviendo sin persona en los pueblos ajenos, y con la persona extraña sentada en los sillones de nuestro pueblo propio! Nos agriamos en vez de amarnos. Nos encelamos en vez de abrir vía juntos. Nos queremos como por entre las rejas de una prisión. ¡En verdad que es tiempo de acabar! Ya Julián del Casal acabó, joven y triste. Quedan sus versos. La América lo quiere, por fino y por sincero. Las mujeres lo lloran.”!

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