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Unas líneas para el Monarca (III)

30 de noviembre de 2022

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Artista de una indudable y raigal estirpe musical, disfrutada ampliamente por amantes de la mejor música bailable cubana, Arcaño y su orquesta, quedaron para siempre, atrapados en valiosos soportes discográficos, a manera de eterna carta de presentación, como cubanísima expresión musical, no tan solo cubana, sino en diversos rincones de Latinoamérica.

Encontrarse con Arcaño a cualquier hora del día, en una calle habanera y abordarlo, liberaba alegría en un rostro circunspecto y adusto, dibujado en un semblante adusto e inexpresivo; entonces, al compás del encuentro, afloraba lentamente a sus labios, con la mayor naturalidad del mundo, una reseca sonrisa.

Con el paso del tiempo, llegué a comprender, a aquel hombre que inspiraba un inmenso respeto, y hasta cierta antipatía, para aquellos, que nunca se acercaron, para dedicarle una simple frase.

Sin embargo, aún guardo con frescura, aquellas pláticas reflexivas, emanadas de una voz resonante y permeada por típicos, acentos y frases muy habaneras.

Desde diversas facetas, pude conocer, como Arcaño: singular músico, estudiaba con interés, la actualidad sociopolítica de entonces, en especial la latinoamericana, y reconocer, no sin cierto contagioso asombro, que su cubanísimo danzón de “nuevo ritmo”, devenía vehículo propicio, para mantener, desde un certero “flautaza”, un pensamiento alegre, revolucionario, y vertical.

En algunos de los encuentros con “El Monarca”, comprobé, como el flautista sintió muy adentro, lo que el calificaba como “jodedera del tiempo”; y como sus labios estrujados, liberaban un sin número de parrafadas gruñonas, al comentar, los desmanes y atropellos padecidos por los músicos, en especial, de raza negra, según él “una jodiendola de la sociedad cubana”.

El estudio detallado de su obra, descifra no tan solo los amargos presupuestos padecidos, en múltiples etapas, como músico y ciudadano; además, avistar el brillante futuro, que estaba por llegar.

Basta poner atención detallada, a los danzones grabados a su orquesta, por el poderoso discográfico RCA Victor, a partir del año 1937, reveladores de inquietudes estéticas muy cubanas; entre otros, “Mambo”, “El que más goza”, “Permanganato”, “Nace una estrella”, “Sueño de una noche de verano”, “Liceo del Pilar”, “Al pasar los años”…

Estas y muchas otras agradables piezas grabadas, lo califican, no tan solo como un notable instrumentista, sino también, como venturoso profeta del tiempo, aguardando detrás de una puerta cerrada con siete llaves, para una indispensable entrega, a la música popular bailable.

Se puede decir, que Arcaño emerge de la más pura estirpe danzonera, y quizás, del lado oscuro de su propia historia; en especial, cuando se tiene un feliz encuentro, con esta singular personalidad.

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