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Una nota que Emil Ludwig dirigiera a Esther Borja

13 de agosto de 2014

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El 9 de abril de 1944 arribó a La Habana  Emil Ludwig, invitado por el entonces ministro de Defensa Nacional, el coronel Arístides Sosa de Quesada, con el fin de que, según se comentó en la prensa, la intelectualidad y el público de Cuba conocieran, mediante conferencias, las opiniones del periodista, escritor e historiador alemán  acerca  dos grandes figuras de América: Franklin Delano Roosevelt y Simón Bolívar.
La conferencia sobre Roosevelt la ofreció  el 19 de abril en el cine Fausto, en tanto que la de Bolívar la impartió al siguiente día en el Auditórium. Pero el 17 de abril el autor de célebres biografías dedicadas a Goethe,  Cleopatra y Napoleón, entre otras, fue invitado a hablar en la Universidad de La Habana por el doctor Gonzalo de Quesada y Miranda, director del Seminario Martiano, auspiciado por la Escuela de Filosofía y Letras de aquella casa de altos estudios.
A esta última charla asistió la cantante cubana Esther Borja, quien ya era reconocida como una de las celebridades de nuestro arte, a la que impresionó mucho uno de los criterios que diera el intelectual alemán sobre José Martí: “En Alemania no hay «Martíes», No ha existido ninguna figura revolucionaria como la del Apóstol de las libertades cubanas. En Alemania hay mucha disciplina, pero no existe el espíritu de heroísmo de Martí y otros patriotas cubanos. Por eso Alemania se derrumbará este año. En Europa no se conoce, salvo en España, a  vuestro gran Martí. Yo prometo darlo a conocer cuando regrese a ella”.
Posteriormente, junto con su esposa y secretario particular, que lo acompañaron en su viaje a Cuba,  Emil Ludwig visitó ciudades y zonas agrícolas de nuestra patria. Pero al regresar a La Habana, uno de sus amigos cubanos, el  doctor Jun J. Remos, quien había desempeñado altos cargos ministeriales y a la sazón presidía a Sección de Literatura del Ateneo de la Habana, lo invitó en su residencia del vedado a una velada de música criolla, en la cual actuaron Esther Borja y el mundialmente famoso pianista y compositor Ernesto Lecuona.
Mucho se emocionó el escritor al escuchar el repertorio que los dos artistas interpretaron  expresamente para él. Y unos días más tarde hizo llegar una nota a Esther Borja, quien la conservó siempre como uno de sus más entrañables tesoros.

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Sra. Esther Borja
Ciudad.-

Hace 30 años que yo planté un árbol de laurel en mis jardines de Suiza. Algunas veces yo acostumbro dar una hoja a algún artista u hombre de Estado. En este viaje a la América, he tenido el cuidadote traer algunas hojas conmigo de las que ya he dado dos en los Estados Unidos. Si usted cree en esto, esto es un talismán.
Por favor, tómela, la merece por su arte maravilloso.
Su segur servidor,
Emil Ludwig

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