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Una importante Sociedad Cultural Cubana

23 de agosto de 2013

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A veces surgen instituciones que, por su vida efímera e intrascendente, no dejan huellas profundas en la historia cultural de una nación. Otras, sin embargo, marcan la historia y, al paso del tiempo, su trascendencia adquiere mayores dimensiones. Tal es el caso de la Sociedad Pro-Arte Musical, a la que dedicaré mi comentario de hoy.
Es indispensable destacar que esta institución cultural surgió en la segunda década de la pasada centuria, cuando el trabajo de las mujeres era minimizado frente al de los hombres. No obstante, fueron ellas quienes la fundaron, y durante casi cuarenta años enriquecieron el amor por el arte musical, el ballet, y otras ramas artísticas, no sólo a través del escenario, sino creando escuelas y publicaciones de excelencia. Luego de muchos años de silencio sobre la vida y obra de Pro-Arte Musical, la historiadora, investigadora y profesora Irina Pacheco Valera, tuvo la feliz iniciativa de rescatar la historia de esa Sociedad, y su obra obtuvo el “Premio Memoria” en el año 2007, y en el 2011 fue publicada por el Centro Pablo de la Torriente Brau.
Veamos qué importancia tuvo la música dentro de Pro-Arte.
Amén de otras esferas artísticas, la música tuvo una fuerte presencia en esta institución con la figura de Clara Romero de Nicola, gran guitarrista y pedagoga, quien fundó y dirigió la Escuela de Guitarra, cuya proyección era totalmente renovadora, y permitió la celebración de Festivales, que propiciaron, en 1939, la creación de la Sociedad Guitarrística de Cuba. La labor realizada por esta maestra, fue continuada por su hijo, Isaac Nicola, y constituye la génesis de la Escuela Cubana de Guitarra y el Concurso y Festival Internacional de Guitarra, por iniciativa del prestigioso guitarrista y compositor Leo Brouwer. Pero la labor de Clara Romero se extendió más allá de la Escuela creada por ella, pues impartió cursos en el Conservatorio Municipal de La Habana y en la Casa de Beneficencia.
Otra figura clave en la Sociedad Pro-arte fue María Muñoz, quien llegó a La Habana, procedente de España, con una sólida formación académica, que demostró, primero, al fundar cursos, una Cantoría y una Banda en el Tecnológico de Ceiba del Agua y, finalmente, la Coral de La Habana, de gran trascendencia en el movimiento coral cubano. Y no podemos olvidar su participación en los Cursos de Verano de la Universidad de La Habana, donde impartió las clases de Música Folclórica de Cuba, mientras Fernando Ortiz asumíó las tituladas: “Factores etnográficos de Cuba.
Entre las programaciones habituales de la Sociedad Pro-Arte Musical, debo destacar los conciertos y recitales que cada semana el público esperaba con ansiedad, no sólo por la calidad de las obras, sino de los intérpretes. Y un lugar muy especial ocupaba el arte lírico, pues por el escenario del teatro Auditórium desfilaron figuras relevantes del Metropolitan Ópera House entre las que puedo mencionar a Zinka Milanov, Renata Tevaldi, Leonard Warren, Walter Cassel, Nell Rankin… la lista de demasiado extensa para incluirla en este comentario. No puedo dejar de mencionar a quienes se formaron como intérpretes en la Sociedad, y se convirtieron en grandes figuras del arte lírico cubano, como es el caso de Ana Menéndez, Gladys Puig, María Teresa Carrillo, Margarita Zambrana, Humberto Diez, Ramón Calzadilla… Y también Pro-Arte otorgó becas a Italia, entre cuyos nombres resalta el de la mezzo-soprano Martha Pérez, quien llegó a cantar en la Scala de Milán.
En este comentario no puedo dejar de mencionar el rol tan importante que jugó el Teatro Auditórium (actual Auditórium-Amadeo Roldán) creado para la Sociedad Pro-Arte Musical, y donde se presentaron violinistas como Heifetz y Menuhin; pianistas como Rubinstein y Prokófief; cantantes como la Flastag (famosa como intérprete de Wagner) y orquestas sinfónicas como la de Filadelfia, Nueva York y Chicago. Sin olvidar a directores como Eugene Ormandy.

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