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“Una cubana en España”, regalo de fin de año en 1951

30 de diciembre de 2021

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Transcurrían los primeros meses de la nueva década de los años 50 del siglo xx y al escollo de recuperar en el depauperado mercado español los costos invertidos, una de las alternativas —paralela a las grandes superproducciones históricas—, fue generar filmes destinados ante todo al público latinoamericano. Una cubana en España (1951) es uno de los frutos de esta política. Para este explosivo cóctel de música y humor contrataron al cineasta argentino Luis Bayón Herrera por su experiencia en híbridos como A La Habana me voy (1949), de probados ingredientes principales: ante todo la cantante, actriz y rumbera caribeña Blanquita Amaro, y para el sabor cómico a Tito Lusiardo (gallego en representación de Argentina). De la cosecha ibérica añadieron a la mezcla a la cantaora sevillana Maruja Díaz y en su faceta de actor al torero, poeta y recitador Mario Cabré, famoso entonces por su pretendido romance con Ava Gardner, la devoradora de hombres más bella del mundo.

Encomendaron remover los resortes argumentales a Carlos A. Petit y Marcos Bronenberg, autores de los ocurrentes diálogos y quienes redactaron la sinopsis que comienza así: «Todo fue por su dichosa superstición. Sin ella no habría visitado a una adivina en vísperas de su boda con Roberto y no hubiera sabido que su primer marido estaba destinado a morir sobre la marcha, además de que no lo haría feliz».[i] Blanquita (Amaro), temerosa de la predicción, a instancias del tío Tito aceptará el compromiso con Miguel el Caracolero (Cabré), un «andaluz» nada desdeñable pero desahuciado por una supuesta afección cardiaca. El detonante de los enredos es este «marido por fórmula», la única solución posible con el fin de casarse con su novio (Jacinto San Emeterio). La impetuosa cubana enfrentará en el «colmao» flamenco de Rosita (Marujita Díaz), a esa rival en amores, cuya corona de «emperaora» tambaleará ante los impetuosos caderazos de la intrusa señorona. Este «pugilato de belleza, gracia racial y arte popular» origina una de las mejores secuencias de la película.[ii]

La producción ejecutiva asumida por José Manuel de Rada, con Fernando Rivero como secretario y Enrique Díaz de ayudante, pusieron a disposición de Bayón Herrera —como acostumbró a firmar varias cintas— recursos dignos de una superproducción en el género. No solo los estudios Sevilla Films, sino locaciones en Andalucía y en Tetuán, Marruecos, fueron utilizados en la filmación, con especial cuidado en el diseño de una escenografía espectacular por Pedro Schild, y de un vestuario lujoso en extremo para los bailables, obra de Pilar Diez.

Tampoco escatimaron en el pago de los derechos a los autores cubanos y españoles de una decena de canciones dispersas en un metraje de poco más de 70 minutos: «El mareíto» de Osvaldo Farrés, y seis números de la autoría de Rafael de León y Manuel Quiroga: «El congoroco» (número de apertura en un teatro), «La emperaora», «Tanguillo-Rumba», «Alegrías», «San Serení», y «Mohamed». Cierra la película «Se me ha rompío el bongó», capricho negro de Huberto Rodríguez Silva, interpretado sobre un escenario por la Amaro. El bolero «María Dolores», con letra y música de Fernando García Morcillo, lo dedica Cabré a una andaluza en la secuencia de la fiesta nocturna en un cortijo sevillano. Este espacio donde se ejecutan tres números reemplaza al socorrido cabaret como antes lo hizo el «colmao». Según los créditos «Danza de esclavas», compuesta por Manuel Montoro y Enrique Agut Catalá, era interpretada por Doris and Robert, pareja internacional de baile acrobático, pero lamentablemente ha desaparecido de la copia sobreviviente del filme. El coreógrafo Monra reunió en algunas secuencias a numerosísimas bailarinas, en un alarde «a lo Busby Berkeley», aunque sin el más mínimo despliegue imaginativo y el virtuosismo del mago de los musicales de la Warner Brothers y la 20th Century Fox.

Estos aderezos —a criterio de la historiadora española Marina Díaz López—, aseguraban el acceso a un público internacional, sobre todo el mercado latinoamericano.[iii] Los directivos de la Compañía Industrial de Film Español, S.A., (cifesa), conjugaron un equipo técnico con profesionales de primer orden: Hugo Chiesa como operador jefe, Sebastián Almeida (primer ayudante de dirección) y Santiago de la Cruz como asistente personal de Bayón Herrera, autor además del guion técnico, Víctor Benítez (foto fija), Juan Quintero (música incidental), Francisco Prósper (constructor de decorados), Carmen Martin (maquillaje), Juan Serra (montaje), asistido por Antonio Ramírez, y los sonidistas Antonio Alonso Ciller (grabación) y Jaime Torrens (edición), entre otros.

Secundó al cuarteto protagónico Amaro-Cabré-Díaz-Lusiardo un reparto de intérpretes secundarios de gran eficacia. Sobresale el manchego José Isbert (1886-1986) en el breve papel del detective particular José Holmes Pérez, poco antes de caracterizar al alcalde en la célebre cinta Bienvenido, Mister Marshall (1953), de Luis G. Berlanga. Le acompañan: Mónica Pastrana (Elena), Rafael Bardem (don Agustín), Juan Vázquez (camarero primero), Casimiro Hurtado (gitano primero), Francisco Bernal (Traspunte), Luis Domínguez Luna (empleado detective), Concepción López Silva (adivina), Joaquín Bergia (amigo), Manuel Guitian y Antonio Riquelme (maquinistas), además de Lolita del Pino y María Cuevas.

 

Blanquita Amaro y Mario Cabré en “Una cubana en España” (1951)

 

Obsérvese que solo Blanquita Amaro es de nacionalidad cubana. El personal técnico es totalmente español, como también el resto de los artistas. No obstante, cifesa consideró Una cubana en España —acogida al crédito cinematográfico del Sindicato del Espectáculo— como una coproducción hispano-cubana, la única entre los 41 títulos de 1951 según consta en el Anuario del Cine Español 1955-1956. Una posible razón podría ser aprovechar la poderosa y cubanísima presencia de la Amaro para calificarla de coproducción aunque ningún cubano aportara dinero a la película. Sin embargo, la mejor y más convincente explicación es debida a Carlos F. Heredero, estudioso de este período:

Existe también una cierta polémica en torno a determinadas coproducciones tempranas, fruto de la política que algunas empresas españolas impulsaron por iniciativa propia bordeando, o incluso transgrediendo, la legislación autárquica todavía vigente en los primeros años de la década. Son películas en las que al parecer intervinieron capitales privados de otros países y que figuran registradas en los anuarios del Sindicato Nacional del Espectáculo como coproducciones a pesar de que no resulta posible encontrar la titularidad de la empresa extranjera coproductora.[iv]

Otros historiadores españoles, entre estos Julio Pérez Perucha, a diferencia de Heredero, no respetan la consideración de coproducciones para estos títulos reseñados como tales en las publicaciones y registros oficiales. La razón estriba, en su opinión, a que «a esta misma circunstancia se le une la participación de artistas y técnicos de otros países en sus respectivas fichas».[v] Según algunos, Una cubana en España resulta una película de nacionalidad íntegramente española, para otros, la «primera gran película musical hispano-americana», por lo cual representa —forzosamente— la primera coproducción hispano-cubana. El catalán Román Gubern opina que esta «indigente comedia de enredo y equívoco de intensidad» es «una alianza estratégica hispano-argentina para conquistar a una representante de la última colonia española en el continente americano» y afirma que «con su sopicaldo fonético y prosódico, retrocedía a la época de las “versiones hispanas” manufacturadas por Hollywood a principios de los años 30, con sus batiburrillos dialectales».[vi]

Confiados en la eficacia de su producto, cifesa orquestó una amplia campaña publicitaria previa al estreno, programado en el cine madrileño Rialto el 1º de septiembre de 1951. Las frases propagandísticas insistieron en ese carácter internacional, con especial énfasis en Cuba: «Una exhibición de las mejores canciones y bailes hispanocubanos», «Una cubana supersticiosa, un argentino zumbón y dos andaluces con gracia le harán reír en esta chispeante superproducción», «Mambos… danzones… rumbas… tanguillos… en un continuo desfile de mujeres y humor», «Estrellas cubanas, argentinas y españolas… mujeres bonitas… melodías pegadizas, gracias y humor, en la más alegre comedia musical», «Cuba y España en lo más típico de su folklore», «La gracia y el garbo de Cuba y España en un magnífico espectáculo musical»…

La productora nunca esperó la declaración de la cinta como de Tercera categoría por el Ministerio de Cultura. Este golpe devastador, que la compañía interpretó como un ensañamiento de la censura, implicó la negación de todo permiso de doblaje y de cualquier otra naturaleza y, por ende, dificultó la exportación a la mayoría de los países hispanohablantes para los cuales fue expresamente concebida. Era el final nada feliz del «cuento de hadas soñado por la autarquía cinematográfica del franquismo»,[vii] en palabras de Heredero. En el recurso presentado por la productora a la junta ministerial con el propósito de solicitar la recalificación, fundamentó que «sería un auténtico perjuicio, por considerar que ha de resultar dicha película altamente comercial en los países de Hispanoamérica, teniendo en cuenta los elementos que intervienen en la misma».[viii]

La respuesta fue negativa y Una cubana en España arrastró esa ínfima condición legal, agravada por los embates de la crítica, como este fragmento demoledor en grado superlativo de una publicada al día siguiente del estreno, el primero de los trece que permaneció en la cartelera: «Una serie de números dignos de los “cuadros” de nuestros viejos y olvidados “café-conciertos” se hilvanan sin fortuna a lo largo de un metraje anárquico, sin gracia, sin interés y sin ese mínimo de espiritualidad que a cualquier obra de arte es necesario. El “folclore” español nos parece demasiado serio para falsearlo con tanta irresponsabilidad y falta de respeto».[ix] Primer plano, la más importante revista española de cine de la época, portavoz además de la política cinematográfica del Estado, publicó, sin embargo, una crítica benévola de la cinta, recibida con indiferencia por el público:

Apenas existe el guion porque en buena preceptiva del género el guion no hacía demasiada falta. Basta con un hilo argumental para sostener los números musicales que representan su explicación y su fundamento. Y lo mismo da que los protagonistas recorran en el itinerario de esta peripecia un país que otro, porque lo importante es que canten, que luzcan sus habilidades. Por eso también en la comedia musical es donde únicamente pueden intervenir artistas que no sean esencialmente cinematográficos.[x]

Cuba devino la excepción en lo relativo a la distribución y Una cubana en España —anunciada como «pimienta cubana y sal española en una divertida comedia musical hispanoamericana»— la estrenó la distribuidora Solfilm, agente exclusivo de Cifesa el 31 de diciembre de 1951 en el teatro Payret para esperar el nuevo año. Demasiado entusiasta con la desbordante energía de Blanquita Amaro, el realizador acumulaba un total de 36 películas argentinas, muy bien recibidas por el público y la crítica, antes de filmar con ella Una cubana en España, que cerró su trayectoria. Luis Bayón Herrera fallecería en Buenos Aires el 30 de marzo de 1956 a los 66 años.

 

Notas:

[i] Sinopsis argumental publicada por cifesa en el pressbook del filme.

[ii] Pressbook del filme.

[iii] Marina Díaz López: «Cierta música lejana: latinoamericanos en el cine español, 1926-1975»: Secuencia, revista de historia del cine no. 22, Madrid, segundo semestre de 2005, p. 97.

[iv] Carlos F. Heredero: Las huellas del tiempo: cine español 1951-1961, Filmoteca Española ICAA / Ministerio de Cultura, Filmoteca de la Generalitat Valenciana, Valencia, 1993, p. 388.

[v] Idem.

[vi] Román Gubern: «La exogamia pasional hispanoamericana ilustrada por el cine durante el franquismo»: Abismos de pasión: una historia de las relaciones cinematográficas hispano-mexicanas, Eduardo de la Vega Alfaro y Alberto Elena (editores), Filmoteca Española, Madrid, 2009, pp. 89-99.

[vii] Ibid., p. 88.

[viii] Reproducido por Marina Díaz López en artículo citado (p. 98) de: Félix Fanés, Cifesa, la antorcha de los éxitos, Valencia, Alfons el Magnànim, 1982, p. 197.

[ix] Donald: «Ayer se estrenó en Rialto Una cubana en España», ABC, Madrid, 2 de septiembre de 1951. Reproducido por Marina Díaz López (p. 99).

[x] Citado por Román Gubern: «La exogamia pasional hispanoamericana ilustrada por el cine durante el franquismo», ob. cit., ed. cit., pp. 89-99.

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