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Una carta martiana a José Dolores Poyo

26 de diciembre de 2022

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La carta enviada por el servicio de correos o entregada a mano fue la forma de comunicación escrita más frecuente a lo largo del siglo XIX, sin que en sus finales aún sufriera la competencia de la telefonía, que andaba en pañales. A pesar de ser un texto privado, dirigido solamente a una o a varias personas determinadas y solo por excepción se preparó para hacerse pública, la escritura de cartas fue un arte cultivado con esmero que, por ello, se le llegó a considerar un género literario por aquellos que gozaban de la facultad de escribir con facilidad y elegancia.

José Martí redactó posiblemente más de mil de cartas, y todas ellas conforman una zona de alto valor histórico y literario. En ellas entregó su talento literario y su originalidad estilística al punto que su ejercicio epistolar es considerado parte de su creación literaria, además de que esta resulta fuente importantísima para el conocimiento de su vida, de su rica personalidad y de la historia.

Los estudiosos de la obra martiana coinciden en datar el 22 de diciembre de 1893 desde Tampa una carta a José Dolores Poyo, el patriarca de la emigración cubana en Cayo Hueso, a quien el Maestro había conocido personalmente durante su primera estancia en esa localidad a finales de 1891. Desde entonces una fuerte amistad les unió en las labores patrióticas y en el impulso al Partido Revolucionario Cubano como organizador de la guerra independentista en la patria.

La misiva referida consta de solo dos párrafos. En el primero le explica que aún le tenían en cama los males de salud que le aquejaban desde días atrás cuando ambos se reunieron en Tampa. Aun no se había confirmado que sus malestares eran consecuencia de un intento de asesinarlo con veneno urdido por el colonialismo español. Sin embargo, le narra cómo se había levantado la noche anterior para asistir a una reunión del Cuerpo de Consejo del PRC en Tampa y que esa misma noche del 22 de diciembre tomaría el tren para Nueva York. Y termina el párrafo expresando satisfacción por esa visita a Tampa: “Salgo, en fin, tranquilo.” Hoy nos preguntamos de dónde sacaba las fuerzas para esa incesante actividad aunque la salud no le acompañaba y le seguiría molestando por varias semanas ya en Nueva York.

El segundo párrafo es una muestra del valor que daba el Maestro a la amistad y al cariño para sus compañeros en los deberes patrióticos. Le dice a Poyo que no vio con gusto su salida de Tampa porque aún tenían “mucho que hacer juntos”, pues crecía “la hora grande”, refiriéndose así, obviamente a los preparativo para la guerra necesaria. Le añade a Poyo que sabía que en Cayo Hueso él estaba “en su faena y en brazos de los que lo quieren aún más que yo, y tuvo su poesía eso de llegar a tiempo para calentar al recién nacido sobre su corazón. Esas son Pascuas.” Le solicitó además que le guardaran “un cubierto de casa” y que la esposa le mandase un pensamiento que le curase, a la vez que besaba la mano “a esas hijas gallardas”. Esa respetuosa y hermosa valoración acera de la vida familiar del destinatario y del nacimiento quizás de un nieto es una prueba del alto valor que Martí le concedía a la vida familiar de sus amigos y compañeros de lucha, lo cual explica el cariño, la admiración y la lealtad que recibió de ellos.

La carta cierra así: “Queda contento y maluco su José Martí.”

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