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¿Un s.o.s para el baile en La Habana? (5)

11 de octubre de 2013

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Aparejado a todo esto, asombrosamente, en los años sesenta ocurre el cierre poco planificado y hasta indiscriminado de bares, cantinas y otros espacios donde poder consumir bebidas alcohólicas, incluyendo pequeños y grandes centros nocturnos, acción que dejó como herencia, el desplazamiento de mucho del componente de este segmento social, hacia las áreas bailables confundiendo propuestas, independientemente de que esta medida, afortunadamente, fue abolida ya hacen muchos años.

Aparejado a lo anterior, el manejo peregrino de la necesidad del incremento de nuestras plazas y otros espacios públicos para organizar actividades bailables, como es natural, necesita de grandes esfuerzos y recursos económicos, arropados por un despliegue asombroso de personal, nunca antes visto en Cuba para organizar un baile. Por ejemplo, estos “macro bailables” necesitan de exorbitantes kilos de audio (se dice que un kilo es igual a 1 000 Watts) y no resulta lógico, ni apropiado su empleo en un baile regular sabatino. En su lugar, la solución se escapa por la opción de espacios más limitados y “no tan públicos”, donde el bailador, incluso abone, como décadas atrás, su entrada por el uso de la actividad.

Cuba es indudablemente un potencial músico y por ende de bailadores, por lo que resulta inconcebible y fuera de lugar un llamado de S.O.S por el baile público. Sin embargo al respecto algo no funciona bien. En la actualidad, el rescate de la fiesta bailable requiere de un profundo análisis, en especial por un equipo profesional y multidisciplinario, dado el caso de que muchos sectores de la población a perdido el hábito por el baile en función social, y prefiere colocar altavoces en edificios multifamiliares, y organizar bailes por cuenta propia, incluso hasta altas horas de la noche en sus hogares, contribuyendo a una temible orfandad de disciplina social.

Para ello, no solo basta que el país se empeñe para que la población alcance una cultura académica, sino también, que reformule o rescate hábitos de educación  ya perdidos, costumbres y comportamientos sociales adecuados a los niveles educacionales alcanzados. Por lo que se recomienda un profundo trabajo comunitario a desplegar en el enclave fundamental humano, en gran parte, protagónico en las fiestas y bailes públicos, y que no es otro que: el rescate del barrio y sus moradores como enclave o foco identitario.

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