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Un premio trascendental

27 de septiembre de 2013

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Jorge Luis Prats

La historia de la música cubana, cuenta con nombres que han trascendido las fronteras del tiempo, por su excelencia, desde Estaban Salas hasta nuestros días. Entre los pianistas del siglo XIX contamos con Ignacio Cervantes; en la primera mitad del siglo XX, sobresale Ernesto Lecuona, y en 1977, un joven de veintiún años sorprendió a todos al obtener el Gran Prix y los Premios a la mejor interpretación de la música francesa y de la obra obligatoria (Danzas rituales de André Jolivet) en el Concurso Margueritte Long-Jacques Thibaud, de París: Jorge Luis Prats. A él dedicaré mi comentario de hoy.
Antes del triunfo en París, Jorge Luis Prats era un simple estudiante de la Escuela Nacional de Arte (ENA), aunque siempre se destacó por su virtuosismo y pasión por el piano. Había nacido en la ciudad de Camagüey el 3 de julio de 1956 donde inició sus estudios y al llegar a La Habana tenía catorce años. Primero fue alumno de la excelente pedagoga Margor Rojas (heredera de la escuela pianística de Franz Liszt) y después, de Frank Fernández.
La trascendencia de Prats en la capital francesa le abrió las puertas para ampliar su espectro: recibió clases de pianistas tan importantes como Rudolf Kerer, Arturo Rubinstein y Paul Badura-Skoda; conoció a la legendaria Magda Tagliaferro; actuó en diversos escenarios del mundo; grabó para las más importantes firmas discográficas y hasta participó en una película sobre la vida del gran músico húngaro Franz Liszt. Sin embargo, cuando tuve el privilegio de entrevistarlo, para un programa de radio, algunos años después, continuaba siendo el joven sencillo y con un gran sentido del humor. En aquella conversación conocí muchos pasajes importantes de su vida, algunos de los cuales revelaré en este comentario, tal como él me los contó.
“De niño, me atraía el sonido del órgano de la iglesia a la cual iba con mi madre, y hasta tuve la osadía de tocarlo. Ya mayorcito ¡he hecho cada cosas! Hasta me disfrazaba para que nadie me reconociera cuando llegaba a algún lugar. ¿Mi Premio en París?… Al principio creía que había alcanzado el escalón más alto de mi carrera, pero muy pronto comprendí que sólo era el comienzo de un largo camino de disciplina y sacrificios porque, para triunfar hay que ser esclavo del arte, escuchar las experiencias de los grandes maestros y ser muy humilde ante ellos. Pero también hay que leer, ir al cine, a museos…”
“Cuando fui alumno de Kerer, descubrí un mundo increíble de imágenes sonoras, de las que hasta ese momento no me había percatado. Recuerdo que analizamos un breve Preludio de Scriabin durante dos horas y, al final, cuando me dijo que lo tocara de nuevo, me sentí incapaz de hacerlo.”
“Después del Premio en París, conocí a Arturo Rubinstein, quien fue el primero en despertar mi conciencia para encaminar mis pasos hacia el futuro.¿Sabe qué fue lo primero que me dijo cuando me escuchó?… “Usted debe aprender a tocar”. Aquello fue traumatizante, pero no me di por vencido, ni siquiera cuando me dijo que lo que más le gustaba de mí eran los tabacos que le llevaba a las clases, porque entonces ¿quién era yo?, sólo un cubanito que había ganado un premio y él…él era “el rey del piano.”
“Con Badura Skoda aprendí la importancia de la investigación antes de asumir cualquier partitura: hay que buscar el original y compararlo con las diferentes ediciones posteriores, generalmente adulteradas. Él me enseñó la diferencia entre estudiar y ensayar; porque el estudio es para practicar cada detalle de la obra y pulirlo, mientras que el ensayo requiere mayor tensión, pues hay que hacerlo como si tuvieras al público escuchándote. Aunque yo mantenía los vínculos con la Escuela Superior de Música de Viena, la cual me otorgó la beca, Badura-Skoda me daba clases en su casa.”
“Estos años me han hecho madurar, a través de las experiencias adquiridas con grandes maestros; de la asistencia a concursos; de mis presentaciones ante públicos diversos… pero estudio el piano durante muchas horas diarias porque siempre hay algún detalle que puede mejorar. ¿Mi mayor satisfacción?… Ser un pianista cubano.”

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