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Un poco de historia (XIV)

13 de noviembre de 2015

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El Romanticismo, no solo es un período extenso, sino que la música alcanzó un enorme desarrollo en el siglo XIX: surgimiento de la orquesta sinfónica; perfeccionamiento de los instrumentos musicales que propició el éxito de grandes virtuosos; existencia de salas de concierto…Y no podemos olvidar el gran auge que alcanzó la ópera romántica. Por estas y otras razones, la lista de compositores es extensa y algunos de ellos no pueden dejar de ser mencionados, como es el caso de Tchaikowski.
Piotr Ilich Tchaikowski (1940-1893) Fue enviado a San Petersburgo a estudiar leyes e, incluso, llegó a ser funcionario del Ministerio de Justicia a los diecinueve años. Muy pronto su vocación musical le llevaría a estudiar piano y canto, hasta que, a los 23 años se convirtió en alumno de composición de uno de los grandes maestros de entonces: Anton Rubinstein.
En 1866, fue nombrado profesor de teoría del Conservatorio de Moscú, mientras creaba sus primeras óperas, que resultaron un fracaso, tal vez porque aunque Tchaikowsky era de nacionalidad rusa, su creación evidenciaba una gran preferencia por la música occidental.
Su primer Concierto para piano y orquesta, en si bemol menor, fue calificado por Rubinstein de “intocable”, pero fue Hans von Bülow, quien demostró no solo su excelencia, sino su belleza, al estrenarlo con éxito rotundo, lo que obligó al maestro del autor a reconocer su error y tocarlo también.
Como se sabe, los compositores de esa época aún dependían de los mecenas y, en el caso de Tchaikowski, su protectora fue Nadejda von Meck. Aunque este gran músico solo vivió 53 años, dejó un catálogo de obras inmortales, entre cuyos títulos sobresalen su Concierto para violín y orquesta, su sexta y última sinfonía Patética, en la que, como en las tres anteriores, hay una gran fijación con el destino y la muerte; su final es lento a diferencia de lo habitual en este tipo de obra. Sin embargo, sus ballets: El lago de los cisnes, La bella durmiente y Cascanueces, poseen un carácter bien distinto. Sus óperas más conocidas son: Eugenio Oneguin y La dama de pique.
Sobre la muerte de este gran músico aún se especula mucho, pero parece que fue provocada por el cólera.

 
Desde el punto de vista sinfónico, fueron continuadores de Tchaikovski los alemanes Anton Bruckner (1824-96) y Gustav Mahler (1860-1911), a quienes puede considerárseles compositores posrománticos. El primero de ellos creó once sinfonías afines a la novena de Beethoven. Su formación musical fue como organista de iglesia, por lo que no debe extrañar que compusiera muchas obras religiosas con orquestaciones de sonoridades similares a las del órgano. A pesar de que su continuador fue Mahler, entre ellos no hay muchos puntos en común. Este último solo creó canciones y sinfonías, en el primero de estos géneros, La canción de la tierra, es un ciclo monumental para voz y orquesta. A los veinte años fue nombrado director de orquesta, profesión que desarrolló durante toda su vida, paralelamente a la de compositor. Preocupado siempre por ampliar el formato sinfónico, cuadruplicó las maderas, utilizó ocho trompas y una gran cantidad de instrumentos de metal y percusión. En su Sinfonía de los mil (la octava) la orquesta fue considerada de dimensiones faraónicas. En 1900 creó la música del filme de Visconti: Muerte en Venecia, y en 1911 se vio obligado a interrumpir una exitosa gira de conciertos, debido a su delicado estado de salud, que le provocó la muerte en Viena, a los 51 años.

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