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Un pianista diferente (I)

29 de julio de 2016

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El pianista habanero Everardo Ordaz (1911-2000), desde muy temprana edad, demuestra una especial afición por el piano, entonces empezó a tocar sin maestro ni método, hasta que logra matricular en el Conservatorio Municipal de La Habana, bajo la tutela pedagógica de Carmen Valladares, histórico plantel donde Ordáz se gradúa en 1930.
Actuó en los shows de la Y:M:C:A., en el Bataclán Universitario y en los cines Maxin y Florencia; fue pianista de la Orquesta de los Hermanos Le Batar, y del teatro Encanto, y en la radioemisora CMK fue pianista acompañante de la soprano Hortensia Coalla, María Fantoli y Luisa María Morales. Trabajó junto a Ernesto Lecuona ejecutando obras a dos pianos en el teatro Principal de la Comedia. En 1932 viajó por primera vez a Madrid, España, en compañía de la actriz Eugenia Zuffoli y la soprano María Fantoli y reedita los conciertos de La Habana.
Algo después, es llamado para asumir por más de tres años, la cátedra de teoría y solfeo, que hasta entonces desempeñaba con eficiencia, luego de su retiro de la pedagogía musical, su antiguo profesor Julián Crombet.
Recíproco a estas actividades docentes, Everardo Ordaz testificó de su proteica presencia como músico, en la orquesta de Paulina Álvarez (La Emperatriz del Danzonete), con la que llegó a grabar algunos danzones, guarachas, boleros y danzonetes. Después se le vería como virtuoso pianista de la charanga López-Barroso; y en 1935 sería el pianista fundador de la eminente orquesta La Maravilla del Siglo, del afamado y atildado cantante habanero Fernando Collazo (1904-1939).
En 1942, Everardo Ordaz decide organizar su propia orquesta, La típica de Ordaz, alcanzando notables éxitos en la vida musical y radial del país.
En 1946 Ordaz es un joven músico de espíritu inquieto y decide probar otra fortuna en el extranjero hasta llegar a México, país en el que tejió una loable serie de presentaciones en importantes escenarios; aquí comparte espacios artísticos con Benny Moré, Miguelito Valdés, Vicentico y Alfredito Valdés, Cheo Marquetti, Humberto Cané, Homero Jiménez, Chicho Piquero, Ninón Sevilla, Silvestre Méndez, y Amalia Aguilar, entre otros; eran años en que los mejicanos disfrutaban, con mucho placer, lo mejor de la música cubana.
México en los primeros tiempos, significó para el temperamento animoso y agitado de Everardo Ordaz, la plataforma artística para concebir el lanzamiento hacia nuevas giras artísticas por el continente, sobre todo por Centroamérica, ampliando en estas especies de periplos el desarrollo de un estilo único y rico en lenguajes expresivos. Pero además, en estos peregrinajes, supo ganarse la admiración y el respeto del público por su atractiva ejecución de la música cubana.
Sin embargo, fue en México donde su carrera como pianista cobró un sólido, amplio ascenso y consagración, hasta conquistarse el aplauso y reconocimiento unánime, de un público ávido por escuchar buena música tropical.
En el pianísmo de Everardo Ordaz se puede apreciar de manera indudable, la realización de versátiles células rítmicas de lo cubano, amplias capacidades de improvisación y técnica esmerada, desplegadas desde las ochenta y ocho teclas de un piano.
Es reconocido Ordaz por la crítica especializada, como uno de los mejores pianistas cubanos conocidos en México, solo comparable con el arte pianístico y abierto de Dámaso Pérez Prado, Felo Bergaza o Juan Bruno Tarraza.
Para esta etapa, todo México aplaude a Ordaz en importantes espacios donde se ejerce la música tropical; entre otras plazas musicales, el Hotel Francis; y los cabarets Montparnasse, Waikiki, y Colimenar, de Ciudad de México.
También era muy esperada su presencia en importantes espacios radiales, como por ejemplo, en la poderosa radioemisora XEW-Radio, y algo después, en Televicentro.
Sus varias presentaciones en el fastuoso Palacio de Bellas Artes, han pasado a la historia como indudables leyendas del arte musical; así como sus reiteradas presentaciones a través de las ondas radiales de todo el país azteca, hasta llegar a impresionar a la gran estrella del vaudeville Josephine Baker –de visita en México en esa etapa–, muy en especial, con la culminante presentación de Ordaz en el célebre Teatro Lírico, en una noche inolvidable, junto a la vedette cubana Amalia Aguilar.

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Comentarios



Vladimir Crombet Cutie / 8 de julio de 2020

Estoy tratando de encontrar sobre la vida de Julian Crombet mi bisabuelo se lo agradeceria