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Un músico cubano que merece ser recordado

24 de septiembre de 2019

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Considero un error, evitar hablar de un cubano (o cubana) porque abandonó el país, pues sólo esto debe ocurrir si su conducta en el exterior atenta contra nuestros valores e integridad actual. Pero aunque en los últimos tiempos tal situación evidencia cierta flexibilidad, aún quedan rezagos del pasado, como es el caso de minimizar la existencia de un músico cuya obra es un ejemplo de excelencia. Me refiero Julián Orbón quien, al decir de Leonardo Acosta, quien fue su amigo: “es uno de los músicos más importantes del siglo XX”. Y sumándome a esta opinión, a él dedicaré mi comentario de hoy.

Julián Orbón nació en 1926, y estaba dotado de un talento precoz para la música y una extraordinaria seguridad en sí mismo. Era hijo del músico español Benjamín Orbón, quien se casó con una cubana y adoptó nuestra ciudadanía. Julián pasó gran parte  de su infancia en Oviedo y allí se familiarizó con la obra de músicos españoles como Falla y Halffter. Regresó a Cuba en la adolescencia y de esa etapa son sus primeras partituras, de fuerte raíz hispánica, y a los veinte años, ya poseía un catálogo de obras considerable. Pero revisando el libro “Móviles y otras músicas”, de Leonardo Acosta, comprobé que Julián Orbón fue un artista excepcional y una persona muy respetada por sus contemporáneos, como el lector podrá apreciar a continuación.

Orbón perteneció al grupo Orígenes, y de ahí su estrecha relación con Lezama Lima, Cintio Vitier, Fina García Marruz, Angel Gastelu, y otros miembros de esa organización. Mientras Alejo Carpentier –quien era su amigo– se mantenía fiel a las vanguardias artísticas, vinculándose al afrocubanismo liderado por don Fernando Ortiz, Julián buscaba su propio camino como compositor, entre lo hispánico y lo americano. Al decir de Acosta, sus “Tres versiones sinfónicas”, se convirtieron en su carta de presentación en el mundo musical continental, y en el Primer Festival de Música Latinoamericana de Caracas fue la sensación del evento. Nunca evadió la música popular, pues tocaba sones, joropos, galerones, tonadillas, ragtime… Y hay algo que sorprenderá al lector lo mismo que a mí, pero estoy segura de que es cierto porque fue descubierto por Leonardo Acosta, y cito: “… pude escuchar su versión de La Guantanamera, con ese hallazgo suyo que falsamente suele atribuirse a Pete Seeger, y que consiste en cantarla con los Versos Sencillos de José Martí”.

Es imposible mencionar en este reducido espacio, todas las obras que integran el extenso catálogo de Julián Orbón, las cuales han sido interpretadas en Cuba y otros países; pero no puedo dejar de mencionar algunos aspectos importantes de su vida, como su excelencia como ensayista; también fue un maestro en el difícil arte del diálogo; poseedor de una impresionante erudición y una vasta cultura que incluía: literatura, historia, filosofía, teología, arquitectura, cine, béisbol… Era muy modesto, hasta bondadoso, y poseía un gran sentido del humor. También tenía una virtud poco frecuente: sabía escuchar. Además, era un noctámbulo que se codeaba, incluso, con gente de baja condición social

Julián Orbón falleció en 1991, a los 61 años de edad.

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