ribbon

Un miedo repartido

16 de agosto de 2021

|

gato-delgadoEl ruido lo sintió al entrar en la cocina. Un ladrido de perros en la cerca lo acompañaba. Las rejas de las ventanas la protegían y, además, estaban en pleno día. Pero aquello ocurrió también en pleno día. Se estremeció. Otra vez el ruido, ahora más cercano, cerca del refrigerador. Tomó la escoba y se acercó. ¿Sería una rata? A las ratas aprendió a matarlas en su niñez campesina. Se acercó más y lo vio. Aquel cacho de gato era lo más parecido a una rata de alcantarilla. Pequeño, flaco, maltratado, tan cubierto de polvo que uno no podía definir el color. Si ella estaba asustada, al gato le doblegaba el espanto. En los ojos amarillos, la anciana reconoció el terror. El recuerdo la hizo estremecer. Ella sabía lo que era el terror. Lo había conocido unos años antes, en el instante del asalto.
Le abrió la puerta a aquel hombre de rostro bondadoso. Desde la ventana le dijo que le traía una carta del hijo ausente, que era muy amigo de él. Y hacía tiempo que el hijo no la llamaba. Sabía que por allá no le iba bien. A todos no les va bien. Esperanzada, abrió la puerta. Cerrada la puerta, el hombre la empujó. La tomó por el cuello y le exigió dinero. A rastras la condujo hasta la habitación y casi ahogada buscó los billetes que le quedaban. El malvado le exigió más. Hacía tiempo que su hijo no le enviaba dinero. No tenía más. Enfurecido, aquel salvaje la golpeó en la cara y el vientre. No supo más. Despertó en el hospital.
El salvador la visitó en el hospital. Lo conocía de vista. Le llamaba la atención por el pelado tan raro que tenía. Y le contó. Hablaba un poco enredado. Pero ella lo traducía bien. Pasaba por la casa cuando vio salir un hombre que miraba para todos los lados y que dejó la puerta abierta. El conocía el ambiente y ese, no era del barrio. Le salió al paso y el tipo lo empujó. ¿Empujarlo a él? Y le fue pa´ arriba y le metió dos izquierdas. Y salieron los vecinos y las mujeres gritaban que la viejita esa vivía sola y él vio que el noqueado tenía manchas de sangre en la camisa. Y sus socios lo agarraron hasta que llegara la policía. Y las mujeres entraron a la casa y la encontraron tirada en el suelo y con sangre en la cara. El muy hijo de perra, golpear a una vieja que podía ser su abuela. Así terminó la narración. Y ella, ya recuperada y de regreso en la casa, le preparó un almuerzo sabroso a él y sus amigos. Y les regaló un juego de dominó hecho de madera dura. Y hasta le cantaron un regatón.
Temblando, el pedazo de gato escuchó la historia, temeroso de la escoba. En su memoria de cachorro vagabundo sabía que servía para lastimar. La anciana tradujo los ojos del gato. Dejó la escoba a un lado. Le habló con dulzura, como se le habla a un niño pequeño. El animal se dejó cargar. Le acarició la sucia cabeza. Si confías en mí, te quedarás conmigo. Vale ser prudente, cuidarse de los perros, de las escobas, pero confía en esta vieja solitaria. Como todavía era un cachorro y no había recibido demasiados palos, confió en la mujer y le ofreció un ronroneo cariñoso.

Galería de Imágenes

Comentarios