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Un Lada con motor de fábrica

27 de septiembre de 2014

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lada-1200-01 (Custom)En el viaje hacia el instituto lo notó. Los frenos del carro se resistían a su pie. Tantos años de esta relación directa con Loren, lo hacía descubrir sus malestares, tanto mecánicos y eléctricos por una simple presión del pie, por el sonido lastimero del motor. Loren era un carro comprensivo. Sabía que eran tiempos de frenar las exigencias de arreglos y de frenar a tiempo porque sus veloces compañeros en la vía, lo despreciaban aunque su carrocería era más fuerte. La esposa en su gracia inagotable y su fidelidad a Loren aun en los días en que por alguna enfermedad en sus bujías, los hacía treparse a un ómnibus, aconsejaba colocarle cintillos proclamadores de que todavía funcionaba con el motor original de fábrica. Así le levantarían la autoestima cuando un Audi a exceso de velocidad, lo bañara con el agua sucia de los señoriales baches. Ella lo bautizó con el Loren en los días de la compra a plazos, descontada mes tras mes en cinturón apretado a los gastos familiares. Fue una mañana en que él y los muchachos gastaban el día de descanso en hacerle brillar la carrocería. Ella recordó la adoración de él hacia Sofía Loren. Y trató de bautizarlo Sofía, pero él replicó, dominado por un impulso homofóbico, que su carro era varón, masculino, macho hasta el último pistón. Entonces, se quedó con el Loren.
Iba más despacio que de costumbre. Esa torpeza de los frenos, la tenía en cuenta. Aunque Loren conocía el camino, siempre podría sobrevenir en estreno exclusivo un nuevo bache o un chofer que en la velocidad y la imposición por fuerza en la calle, tratara de subir una autoestima degradada por una causa desconocida.
Hoy era el primer día en la semana que Loren salía del garaje. El precio de la gasolina lo obligaba al descanso y no por amor patrimonial subsistía con su motor soviético. Transfigurarlo en otro Lada cualquiera, uno más con motor de petróleo, no estaba al alcance de un salario profesional. La esposa se lo pidió y él la comprendió. Después de las pruebas a que se vería sometida en el hospital, él la recogería. Saldría más temprano del instituto pues dejaría la responsabilidad puesta en uno de los adiestrados. Era un buen grupo. Al principio, uno o dos endiosados con el diploma, creían sabérselo todo y que ese jefe viejo estaba tan desactualizado como el Lada desteñido que manejaba de vez en cuando.
Recogió a la esposa y en el rostro leyó lo doloroso de las pruebas y la interrogación pendiente hasta el resultado. Ella le apretó la mano nerviosa puesta sobre el timón. Un grito destruyó ese instante supremo en que dos pieles trasladan la fe y la esperanza compartida. ¡Vete para el asilo, viejo de m…!. Loren templó ante el bólido de cuatro ruedas que casi lo roza. La anciana exclamó en su acento juvenil: ¡Sofía Loren también cumplió ochenta años!

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