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Un jefe flexible

13 de julio de 2018

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Anteriormente escribí sobre la adaptabilidad, lo bueno y lo realmente positivo que tiene, y hoy voy ampliar al respecto, y no es que otras competencias emocionales sean menos importantes, porque al fin y al cabo, todas se interrelaciona –como vamos a ver en este escrito– porque voy a dedicarme en particular a esta competencia emocional en los directivos, ejecutivos, directores, gerentes, en fin, en todos aquellos que dirigen a cualquier nivel.

La adaptabilidad permite tener la mente abierta hacia lo nuevo, los cambios en términos científicos y tecnológicos y, ¡por supuesto!, hacia las diferencias de las personas a las que se dirigen. Es aquí donde vemos la primera relación y es con la competencia llamada aprovechamiento de la diversidad, y un ejemplo claro es no discriminar al joven empleado porque supone que no tiene experiencia, lo cual puede ser cierto, por lo que hay que entrenarlo, o al “viejo” empleado que pasa de los 60 años y se presupone que es arcaico y ya no tiene capacidad para aprender por ejemplo sobre computación o nuevas tecnologías, cuando lo que tiene que hacer ese directivo es indagar sobre las capacidades de cada uno y aprovecharlos en tareas afines.

También está la adaptabilidad relacionada con esa otra competencia llamada trabajo en equipo y colaboración, y aunque en ocasiones anteriores me he referido a este aspecto, no es ocioso retomarlo en relación a cual es la función del jefe, ya que este tiene que proveer de un buen ambiente laboral que beneficie la comunicación activa, preferiblemente cara a cara y fundamentalmente un intercambio de ideas, tareas donde todos tienen participación y lugar, aunque esto no quiere decir que haya jerarquías y roles diferentes. Resulta más fácil decirlo que hacerlo, no me cabe dudas, pero para eso es que los jefes deben poseer otra competencia emocional que es el liderazgo, que no todos poseen, y es por eso que en la selección de quienes van a ocupar cargos de dirección no basta con que conozcan la actividad laboral, sino hay que tener algo que yo llamo “don de gentes”.

La adaptabilidad también está relacionada con que el jefe tiene que participar activamente en el desarrollo de los demás, lo cual resulta una competencia emocional poco reconocida y que pertenece al grupo de destrezas sociales o –como Goleman la ha renombrado– la gestión de la relaciones. Para esto, el directivo tiene que identificar las necesidades de aprendizaje de sus subordinados (y también sus gustos) y proveerles de ese tipo de conocimiento y calificación.

Ahora bien, lo contrario a un jefe flexible o adaptable se puede ejemplificar en aquel que erróneamente mantiene las cosas como son “porque así han funcionado bien durante tiempo”, lo cual es una manifestación de rigidez, ignorancia y arrogancia, lo cual es un camino expedito hacia el fracaso, porque en la sociedad no hay nada inmutable. También querer que todo el tiempo se dedique al trabajo y no dejar espacio a la superación porque cree que hay que hacerlo en horario fuera de trabajo, no solo enrarece el ambiente emocional, sino que estanca a sus trabajadores, además de correr el riesgo de que la superación vaya por otro camino diferente al que necesita la institución y la actividad que se realiza.

Por último, la flexibilidad le permite al jefe tener algo imprescindible que es la influencia, que no es más que utilizar adecuadamente las tácticas de persuasión recabando el consenso y apoyo de los colaboradores. Todo esto permite que los trabajadores se sientan cómodos y parte importante de la organización. Nada de lo que acabo de decir significa que haya un igualitarismo falso, porque las diferencias, los triunfos, las ideas y los resultados son distintos, y cada cual debe recibir el reconocimiento que se ha ganado, pero, ¡cuidado!, sin estancamientos, porque en particular en el medio académico en el que me desenvuelvo suelo ver a las llamadas “vacas sagradas”, que hicieron mucho y por eso hay que respetarlos, cuidarlos y obtener su experiencia y sabiduría, pero resguardarlos del ridículo y no ponerlos en tareas que van más allá de sus posibilidades y que al fin y al cabo, son los más jóvenes los que tienen que hacer el trabajo. Son muchas cosas que tiene que tener en cuenta el jefe flexible, pero necesarias y muy útiles para lograr los objetivos de la organización.

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