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Un hombre de verdad

13 de febrero de 2015

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imagesHace un par de semanas escribí sobre la tristeza y en ese artículo pretendí validar el derecho de todo ser humano de responder con un estado de ánimo abatido, llanto y otras manifestaciones negativas ante una pérdida, un dolor, y mi propósito era y sigue siendo desmitificar la creencia que “siempre es malo estar triste y hay que poner buena cara al mal tiempo” y la verdad es que al mal tiempo hay que ponerle la cara que le toca y  que no es precisamente una sonrisa y mucho menos una carcajada. Pues me mantengo en todo lo que escribí, pero vuelvo sobre el asunto porque un amigo que me leyó me dijo que me olvidé de hacer las necesarias diferencias de género, porque -según él- no es lo mismo para las mujeres que para los hombres, ya que las mujeres si pueden darse el lujo de la “debilidad” de la tristeza, pero que los hombres no pueden de ninguna manera afligirse, porque su masculinidad se ve comprometida, salvo excepciones como puede ser la muerte de la madre o cosa así, pero que hay otras esferas en que está terminantemente prohibido mostrar tristeza, como por ejemplo si la esposa, novia, en fin, la mujer amada termina la relación ¡cuidadito! -me decía- ahí hay que tragarse el dolor y mostrarse macho de verdad porque si no, uno queda como un marica llorón y en ese momento se acaba el prestigio y hay que mudarse para la luna. Convengo en que tiene la razón en la esencia del asunto y si no lo abordé en ese momento fue por razones de espacio, y aunque ya hace algún tiempo escribí sobre el llanto y los hombres en  cuanto a  su masculinidad, me parece que se puede continuar con el asunto, ahora desde la perspectiva de la tristeza. Los niños y las niñas lloran de igual manera y por las mimas razones, que son las  naturales que ya comenté de pérdida, dolor, enfermedad, etc., y esto nos dice que somos biológicamente iguales en cuanto a la percepción y respuesta de los eventos negativos causantes de tristeza, pero inmediatamente que el niño comienza a hablar y a comunicarse de forma más efectiva con los adultos,  nos enfrascamos en el “proceso educativo” de establecer las necesarias diferencias, o sea, a las niñas se les alienta a  ser vulnerables al dolor como la manifestación más sublime de la feminidad, mientras que al varón se le reprime estas expresiones por mostrar lo contrario, o sea, falta de virilidad. Hasta aquí no he dicho nada nuevo, creo incluso que me repito. Estos son criterios educativos  represivos muy dañinos, que no debían existir porque cohibir que salgan a  la luz los sentimientos, las emociones, es muy peligroso porque puede constituirse en un patrón que se puede generalizar a otras expresiones afectivas, ayudando -para mal- a la robotización afectiva. Pero como yo no vivo en la luna, también sé que los padres no pueden arriesgarse a ir contracorriente y que su hijo sea el hazmerreir del resto de los “machos” que le dirán “el llorón” o “tristón, el debilito” y que las muchachas le miren de reojo y anden de risita en risita y ninguna se aventure a aceptar ser su novia. Pero es que no hay que ir a los extremos, y les digo con toda seguridad que hay que tener caminos, vías para expresar la tristeza sin que esto sea ni un asunto público que lacere la dignidad, pero que si permitan al hombre a expresar el dolor como todo ser humano, y aquí la familia  tiene un papel relevante por ser el espacio de educación, comprensión y contención donde no solo se entiende la capacidad de sentir dolor como parte de la masculinidad, sino, y fundamentalmente enseñar a ser muy hombre y al mismo tiempo tener un espacio al dolor, porque la virilidad es mucho más que la capacidad de sentir sufrimiento con una falsa sonrisa, es una actitud ante la vida que lleva a conducirse como todo un hombre con metas, voluntad, humanidad y sobre todo con sus fortalezas y también sus debilidades, porque si hemos sido capaces de variar criterios ancestrales como el otro mito de la virginidad femenina como expresión de la honestidad ¿por qué no se puede derrumbar el muro de la debilidad masculina si siente pena y dolor? Que yo digo que solo un hombre de verdad es capaz de  llorar, entristecerse y decirlo sin vergüenza.

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