Un gran compositor cubano

13 de septiembre de 2013

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Hamilé Rozada Bestard

La música cubana cuenta con una extensa lista de intérpretes vocales e instrumentales, compositores y directores de orquesta y coro, desde hace más de dos siglos. Sin embargo, no todos han tenido la suerte de ser promovidos como merecen, a pesar de su extraordinario talento. Mi comentario de hoy estará dedicado a uno de ellos: Juan Piñera.
Este pianista y compositor habanero, nació el 18 de enero de 1948, pero no comenzó a estudiar música desde niño, porque sus intereses artísticos primarios estaban relacionados con la literatura, pasión heredada de su tío, Virgilio Piñera, uno de los más relevantes escritores y dramaturgos cubanos del siglo XX. Fue a los dieciséis años cuando Juan empezó a estudiar piano con el excelente maestro César Pérez Sentenat (heredero de las enseñanzas de Joaquín Nin) de quien el propio Piñera expresó: “Este excepcional pedagogo, me enseñó a comprender la música como un fenómeno dinámico e interrelacionador”. Continuó sus estudios de nivel elemental en el Conservatorio Alejandro García Caturla y, los de nivel medio, en la Escuela Nacional de Arte (ENA). Siendo alumno de Armonía del profesor Enrique Belver, se despierta su pasión por el mundo de la composición, que lo atrapó para siempre.
Al graduarse de la ENA en 1972, Piñera comienza a trabajar como pianista en las orquestas de los teatros Martí y Musical de la Habana donde tenía que interpretar obras de diferentes géneros, estilos y épocas. Realizó su primera orquestación para la puesta en escena de Hay solución, dirigida por Julio Domínguez, y en 1973 escribe su primera partitura importante: La “cosa” no está en el título, para piano, a la que siguió, un año después: Cual de incensario roto, para canto y piano, con textos de José Martí. A partir de entonces, su catálogo empezó a crecer de manera vertiginosa, pues a su talento para la composición se une una fabulosa y permanente imaginación y un gran sentido del humor, que le permite unir la diversidad y los contrastes.
Juan Piñera ha escrito música escénica, para orquesta sinfónica, conjuntos de cámara, corales, para solistas vocales e instrumentales, canciones, obras infantiles, electroacústicas… y ha obtenido múltiples reconocimientos nacionales e internacionales
En 1976, comenzó a colaborar con el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) compone partituras para programas y series infantiles entre cuyos títulos se recuerdan: Y dice una mariposa, Cuando yo sea grande, El mago del cachumbambé y Toqui. Con la suite infantil El soldadito de plomo, se inicia su labor como compositor de música para danza, entre cuyos títulos figuran –además del mencionado- Germinal, Eclosión, Imago, Yellow dreams y Tula, basado en la vida de Gertrúdiz Gómez de Avellaneda, con coreografía de Alicia Alonso, y estrenado en la Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana, durante el Festival Internacional de Ballet de 1998. Esta obra tiene una significación especial, pues le fue encargada a Piñera por la Sociedad General de Autores de España (SGAE), con motivo de cumplirse el cincuentenario de esa prestigiosa agrupación danzaria, y el primer centenario de la liberación de Cuba del reinado español.
Es imposible incluir en este comentario, el título de todas las obras creadas por Juan Piñera, muchas de las cuales han sido objeto de importantes Premios, pero no puedo dejar de mencionar sus óperas: Amor con amor se paga, con textos de José Martí y libreto de Armando Suárez del Villar, que se estrenó en la sala-teatro “El Sótano” y La taza de café, con libreto de Juan Amán, basado en la obra homónima de Rolando Ferrer, cuyo estreno se produjo en la Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana.
En la actualidad, Juan Piñera se desempeña como escritor y director de programas en CMBF-Radio Musical Nacional.
Mi admiración por este compositor no se debe a la enorme cantidad de obras que ha escrito, sino al extraordinario talento demostrado a través de cada una de sus partituras, donde siempre está presente nuestra identidad.