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Tormenta sonora

19 de mayo de 2014

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ruidos_molestos_01El ruido atemoriza y confunde. Es tan así, que durante las dos guerras mundiales se estudió la posibilidad de crear sonidos que produjeran la muerte.

Sin lugar a dudas, los reconocidos beneficios del desarrollo de la industrialización no excluyen la contaminación sonora.  Por tanto, entre  los elementos que pretenden destruir la vida en el planeta, el ruido ocupa un reconocido lugar.

Son múltiples las fuentes que lo generan. En el hogar, se escuchan los altos volúmenes de radios, televisores, grabadoras, y los inconfundibles sonidos del trajín doméstico, que exigen hablar a gritos, para aumentar la agresión sonora. En las oficinas, los timbres de teléfonos suenan, sumados al repiqueteo de las impresoras. Y todos, simultáneamente, conversan, tanto del propio trabajo, como de trivialidades.

No quedan atrás los ruidos urbanos: camiones, ómnibus, autos con  el abuso innecesario del claxon o alarmas, y los habituales en fábricas, comercios, cafeterías, bares y discotecas que no cumplen con las normativas establecidas para su actividad. Se añade a este panorama, la bulla que escapa de las obras en construcción, y hasta el martillo neumático en plena calle, estruendo del que se protege el operario, pero no a los vecinos, ni a los transeúntes.
Y no termina ahí. Los músicos practican en sus casas, los cantantes, también.  Los chóferes, o los mecánicos particulares, arreglan los fallos de sus motores, y en fin, una tormenta sonora lacera nuestros oídos y… estabilidad psíquica.

Los especialistas caracterizan al ruido como efecto acumulativo negativo sobre la salud. Desencadenando, de manera general: hipertensión arterial, incidencia de accidentes cardiovasculares, alteraciones digestivas, hormonales,  y a quienes hablan alto o gritan,  afección en las cuerdas vocales. Por su parte, los otorrinolaringólogos, se pronuncian contra el daño sobre la salud auditiva con los siguientes  resultados: hipoacusia, trauma acústico y acufenos.

En cuanto a los psicólogos, argumentan: estrés, pérdida de inteligibilidad, dificultades para la comunicación oral, trastornos del aprendizaje y pérdida de la concentración.

¿Qué hacer? ¿Cómo decirle al vecino gritón -o que gusta del alto volumen de su TV o grabadora-, que modere su voz o baje el tono del equipo?  Esto sin contar, broncas familiares, fiestas ocasionales, diurnas o nocturnas, o alguien que martillea por una reparación, necesaria de su casa, pero, sin previamente alertar a las personas colindantes.

Existen regulaciones jurídicas para los transgresores del sonido dirigidas a su aplicación en viviendas, tránsito, industrias, en fin, las leyes protegen. Para quienes no quieren denunciar la situación -o al vecino-, les queda la opción del diálogo amistoso, reclamando cese o moderación del ruido. Quizás, el “escandaloso” no sea consciente de las molestias que ocasiona y  rebaje el nivel de emisiones sonoras.

Si este paso “civilizado” no es bien recibido y el ruido continúa, pues la ley, está a su alcance. Y conste, no podemos soslayar el análisis elemental, de que en el caso de la familia ruidosa, hay falta de cultura y educación. Pero, cultos e incultos, saben, que cuando las leyes están en su contra… no escapan. ¡Tienen que aceptar!

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Comentarios



Hilda Roselló / 15 de junio de 2014

Muy acertado artículo, de quién si no podía ser: Heidy González , Por favor quisiera q escribieras sobre autismo, pues mi nieto menor Lo tiene. Gracias