ribbon

Titta Ruffo

15 de mayo de 2019

|

 

250px-Titta_ruffo

 

En abril de 1915 el antiguo teatro Tacón de la muy habanera esquina de Prado y San Rafael, reabrió sus puertas y balcones con el nombre de Teatro Nacional para recibir a un artista célebre de entonces, el barítono Titta Ruffo, cuyo renombre dentro del bel canto era solo comparable al de Enrico Caruso.

El elenco que acompañaría a Titta Ruffo se completaba con importantes figuras como el tenor Zenatello, la mezzosoprano María Gay, la soprano Claudia Muzio, el barítono De Lucca y el no menos famoso director de orquesta Tulio Serafín.

Ruffo era la máxima atracción del programa, por ello lo asediaban los profesionales de la prensa, a quienes ofreció estas interesantes declaraciones que son reveladoras de su profesionalidad:

“Yo siempre procuro encarnar el personaje interpretado, con las mayores muestras posibles de realidad, ¿por qué al vestir el rol de Amonasto, de Aída, he de ponerme la malla oscura, cuando esto está expuesto a que pueda verse arrugada tan pronto como se le enfoquen unos gemelos, haciendo perder por completo la ilusión óptica? No, yo me embadurno las piernas y los brazos, lo mismo que la cara y así la ilusión no puede decaer”.

El artista llenó el Nacional y parece que todos quedaron satisfechos con sus presentaciones, porque el empresario Adolfo Bracale —el mismo que también trajo a Caruso en 1920— lo contrató para que regresara en 1924, esta vez en enero, de manera que la aristocracia criolla pudiera escucharlo en plena temporada invernal, que es en Cuba muy benigna.

Como parte de la compañía foránea viajaba una actriz muy conocida, la italiana Mimí Aguglia, magnífica intérprete del papel de Carmen, en la obra de Bizet.

De las presentaciones de Titta Ruffo escribía un crítico este comentario:

“¿Para qué detallar la labor del artista? No hace falta. En todos los momentos, Titta Ruffo se mantuvo a la altura de su fama, sin una vacilación, sin un titubeo. El cantante conserva su misma voz de siempre, voz única de una sonoridad y un acento incomparable”.

Las funciones tuvieron lugar en el Teatro Nacional, pero hubo además una en Payret, para los miembros de la Sociedad Pro Arte Musical.

Nacido en Pisa en 1877, cuando Titta Ruffo vino a Cuba estaba en su madurez interpretativa y sus actuaciones fueron muy favorablemente comentadas. Viajó y se ganó la admiración de los críticos más exigentes del mundo de la ópera.

Galería de Imágenes

Comentarios