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Tigres de Marianao, zarpazos contra el olvido

17 de octubre de 2014

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tigresmarianaoEl equipo surgió y desapareció en diferentes momentos, logró actuaciones brillantes y en otras ocasiones—la mayoría—concluyó lejos de la primera posición; en su nómina tuvo a varios de los peloteros cubanos más brillantes de la época y ganó dos Series del Caribe. Así pudiera resumirse la historia de casi tres décadas de los Tigres de Marianao, una de las selecciones menos recordadas de la Liga profesional.

Al igual que sucedió con los Elefantes de Cienfuegos, los Tigres nunca pudieron acercarse a los números alcanzados por los Alacranes de Almendares y los Leones del Habana, los dos clubes con una mayor cantidad de títulos y seguidores por todo el país; no obstante, sin los Tigres el recuento de las 71 temporadas de la Liga estaría incompleto.

El debut de los Elefantes de Marianao—no es un error, ese fue su primer nombre—ocurrió en 1922 y en la creación del equipo influyó notablemente Merito Acosta, hijo del alcalde del municipio habanero. Merito todavía estaba en activo en el momento en que surgió la novena y ya tenía experiencia competitiva, incluso en las Grandes Ligas estadounidenses, donde defendió el jardín central de Washington entre 1913 y 1917.

A pesar de la fama de Alacranes y Leones, el inicio de Merito Acosta como director del equipo que fundó no pudo ser mejor, pues ganó el campeonato, en buena medida por la actuación de sus principales lanzadores: Emilio Palmero, Lucas Boada y Juanelo Mirabal; mientras, desde el campo corto, Pelayo Chacón apoyó a la ofensiva de Marianao.

La crisis en que estaba sumida la economía cubana luego del final de la primera Guerra Mundial influyó notablemente en la Liga y Marianao se desintegró en 1924. La reaparición de los ya llamados Monjes Grises demoró una década y el segundo título llegó en 1937 de la mano de quien es considerado, justamente, el jugador más completo del béisbol nacional, quizás de todos los tiempos: Martín Dihigo.

En su triple función de lanzador-bateador-director, Dihigo triunfó en 14 partidos, promedió para 323, conectó cuatro cuadrangulares e impulsó 34 carreras. Además, desde el montículo también contribuyó Silvio García, con 10 victorias.

El final de esa temporada fue espectacular. Los Monjes Grises viajaron hasta Santa Clara para una serie contra los Leopardos quienes marchaban en la primera posición con una cómoda ventaja de tres desafíos. Un éxito más de los locales hubiera sido suficiente para asegurar el título; pero los de la capital tenían otra idea y lograron tres triunfos en línea que propiciaron el empate en la cima. Entonces hubo que recurrir a un play off, efectuado en el estadio La Tropical.

Los Leopardos colocaron a su mejor lanzador, el norteamericano “Jabao” Brown, y este fue mejor que Dihigo en el partido inaugural. Una vez más Marianao se vio contra la pared y nuevamente supo venir de atrás. En el segundo duelo, Silvio García dominó a los bateadores del Santa Clara e igualó el play off.

Para el decisivo encuentro, ambos directores confiaron en sus estrellas: Brown contra Dihigo. El cubano tuvo una tarde tan impresionante que dejó sin jits ni carreras a los Leopardos durante ocho capítulos y sus compañeros marcaron siete anotaciones. Ya en el cierre, Dihigo permitió algunas libertades, convertidas en tres carreras; pero el repunte llegó demasiado tarde y Marianao levantó, por segunda ocasión, el trofeo de campeón.

Después de ese éxito, las cosas no marcharon bien para Marianao y en general para la Liga que vivió uno de sus períodos más grises, con inestabilidad en los clubes, menos en Almendares y Habana, los de mayores recursos financieros.

A partir de 1943 se logró la ansiada calma y desde esa fecha hasta la última temporada, en 1961, en la Liga jugaron siempre los mismos cuatro equipos: Almendares, Habana, Cienfuegos y Marianao.

En 1949 se realizó el cambio de nombre y el Marianao pasó a ser conocido como Tigres. En ese año también el Cienfuegos abandonó Petroleros por Elefantes. La “selva” ya estaba lista en la Liga, pues luchaban por el campeonato Leones, Alacranes, Tigres y Elefantes.

La tercera corona de los Tigres—que vestían de naranja—la ganaron en la temporada de 1956-57, bajo la dirección del polémico Napoleón Reyes. En aquel año contaron con un brillante desempeño del lanzador estadounidense Jim Bunning quien triunfó en 11 partidos, con un excelente promedio de carreras limpias de apenas 2.10. En los jardines resaltó la presencia de Orestes “Minnie” Miñoso y, a su lado, en el derecho, Asdrúbal Baró mostró su talento defensivo.

Además, en la alineación sobresalió Julio Bécquer. Con esta nómina, los Tigres vencieron en la Liga y obtuvieron, por primera vez, la oportunidad de representar a Cuba en la IX Serie del Caribe, desarrollada en el Gran Stadium del Cerro, en La Habana.

Ante su público, los Tigres solo cayeron en un desafío de los seis efectuados y con el bate de madera en mano fue decisiva la actuación del norteamericano Solly Drake, líder ofensivo con average de 500 y 11 imparables.

Un año después de su histórico doblete, los Tigres volvieron a ser considerados favoritos en la Liga y ratificaron el pronóstico. La principal estrella fue otro estadounidense, Bob Show, con su impresionante 1,48 de promedio de carreras limpias y 14 victorias. El nuevo triunfo en la Liga propició la segunda presencia consecutiva de Marianao en la Serie del Caribe.

El torneo se jugó en Puerto Rico y los locales esperaban que su equipo, el Caguas, pudiera derrotar al club cubano. Faltó poco para que esto se convirtiera en realidad.

En el partido entre ambos, Caguas llegó al noveno capítulo con una ventaja de dos anotaciones; pero ahí comenzó la reacción de los Tigres. El descontrol de los boricuas permitió que las bases se llenaran. En esa situación, el bateador de Marianao disparó una línea hacia el jardín derecho. El defensor de esa posición corrió hacia la pelota, se deslizó y, para el público presente, capturó la línea de aire.

Sin embargo, los árbitros no lo apreciaron así y el partido se igualó a cuatro carreras. La reacción del director y de los jugadores de Caguas fue violenta. Los árbitros tuvieron que ser escoltados por la policía fuera del estadio y aunque las reglas del béisbol establecían que debía decretarse el triunfo inmediato de los visitantes, uno de los directivos de las Grandes Ligas que estaba presente en la Serie consideró que el partido estaba suspendido, no terminado.

Los cubanos protestaron—con la razón de su lado—; pero se mantuvo la misma postura y, al día siguiente, los equipos reanudaron el desafío que finalmente ganó Marianao. Con el triunfo conquistaron su segunda corona en las Series. Nunca más regresaron a ellas.

El fin del profesionalismo en Cuba marcó el cierre de Liga que tuvo su último campeonato en 1961. Estos fueron algunos de los números más importantes acumulados por los Tigres en sus 27 presentaciones en el torneo más importante de la Isla por décadas: participaron en 1590 juegos, ganaron 729 y cedieron en 861, para un promedio de 458, el más bajo de los cuatro rivales.

Marianao ganó la Liga en cuatro oportunidades (1923, 1937, 1957 y 1958), en seis ocasiones fue segundo, siete veces ocupó la tercera plaza y en 10 temporadas finalizó en la cuarta y última posición.

Los Tigres de Marianao fue el club con menos resultados en la Liga. Su presencia resultó muy inestable; pero en su nómina estuvieron valiosos peloteros cubanos, desde Martín Dihigo hasta Orestes Miñoso. El olvido, tristemente, ha cubierto la historia de la Liga y de sus equipos; sin embargo, ellos estuvieron por más de setenta años en el Almendares Park, La Tropical y también en el Gran Stadium del Cerro. Eso nadie debería olvidarlo.

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