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¿Tiene cura la tartamudez?

7 de febrero de 2014

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Habíamos dejado pendiente la semana anterior dos aspectos esenciales sobre este trastorno de la tartamudez, que ya habíamos dicho que es un trastorno psico funcional, el primero, como aparece y el segundo, su tratamiento.
La aparición de los primeros titubeos y vacilaciones es propia del tartaleo fisiológico, caracterizado por el desequilibrio que existe entre el vocabulario pasivo y el activo. El vocabulario pasivo se refiere a aquellas palabras que el niño conoce y no las utiliza y el activo son precisamente las palabras que usa con más frecuencia.
El niño habla más rápido de lo que piensa por ello cuando este tartaleo es marcado con inspiraciones profundas, aleteo nasal acompañados de algunos movimientos, se define como tartamudez inicial. A diferencia de la tartamudez, el tartaleo se manifiesta por una taquilalia (rapidez excesiva) y el atropello de los elementos gramaticales; el tartaleador habla tan rápido, que no se le entiende lo que dice, no se percata de cómo habla. Ante esta dificultad se le debe hacer conciencia de que mejore, para que los demás lo comprendan, hacer las pausas necesarias, poner el énfasis que su entonación requiere, concentrar la atención durante el habla, la lectura o la escritura. A la inversa, la bradilalia es un lenguaje excesivamente lento, con alargamiento de vocales y articulación imprecisa, frecuente en enfermedades nerviosas, retraso mental, y en estado normal en individuos perezosos.
Hay una serie de orientaciones que pudiéramos brindarles a través de nuestro comentario, pero en este tipo de trastorno es importante visitar al especialista que puede establecer un tratamiento teniendo la individualidad del diagnóstico y del contexto en que vive, crece y se desarrolla el pequeño.
En primer orden, es necesario emplear siempre que conversamos con los niños un habla clara y pausada que muestre seguridad y tranquilidad, recuerde que ellos imitan a los adultos y a su vez, deben favorecer e incrementar el vocabulario activo, sin inferir en su desenvolvimiento normal. En ocasiones los pequeños dicen palabras que no son las correctas pero resultan simpáticas e incluso, hasta le puede producir a los adultos su tartamudeo y se le refuerza celebrando su forma de hablar como algo gracioso en el niño. Esta es una de las formas mas frecuentes de agudizar el trastorno.
Con cierta frecuencia y en estos casos sobre todo, los adultos insisten en pedirle que recite poesías largas aun cuando sabemos que está fatigado o indispuesto y esto es algo que puede entorpecer la mejor expresión de estos textos y por supuesto lograr que se equivoque y que la tartamudez se reafirme o se convierta en un mecanismo de defensa ante la imposición que ha sido objeto cuando realmente no desea o no tiene la disposición para ello.
Otro aspecto importante es el no interrumpir al niño cuando está hablando o leyendo y mucho menos, no se debe hablar por él si se “traba” y no encuentra la palabra para expresar su idea. En este momento debemos ser pacientes y mucho menos, y esto se hace con cierta frecuencia, no poner en ridículo al niño ante el grupo porque tartamudea, o aquellos casos que lo reprimen por el contrario, en estas situaciones se le debe brindar el máximo de confianza para que vayan ganando en seguridad y no hacerle la situación mucho mas difícil que en definitiva, solo puede contribuir a reafirmar y consolidar mucho mas el trastorno.
Es importante siempre tener presente que ante una crisis de titubeo o vacilación no se le debe exigir que hable más rápido, y por ello, le recomendamos que nunca  utilice esas frases que pueden tener un sentido de burla, de reprimenda y que son una forma de expresión que solo puede contribuir a aumentar su ya establecida desestabiización, y hablo de palabras y frases como ¨ Destraba ¨ , o aquella de ¨ Quita el cloche ¨, o decirle ¨ gago ¨.  Esto sólo provoca que el niño se vuelva más tímido e inseguro. Siempre tenga presente que en todo momento y ante situaciones de este tipo, hablarle despacio, y pensar lo que va a decir.
Por supuesto las orientaciones dadas anteriormente no significan que vayamos al otro extremo y hablo de aquellos padres y familiares cercanos que acuden como método a la sobreprotección sobre la base de la lástima. Esto también reafirma el trastorno y por supuesto determina en el proceso de conformación de su personalidad. En ocasiones ante estas situaciones propiciamos en los pequeños limitaciones en sus actividades cotidianas, y los restringimos erróneamente y entonces no les permitimos que participe en actividades grupales, en el matutino de la escuela, en un acto cívico o en cualquier evento en el que tenga la posibilidad y hasta la necesidad de expresarse a través de la palabra. Decía que si es perjudicial obligarlo a participar cuando realmente esta fatigado o todavía el mal es muy crónico, mucho peor es limitarlo de no participar en eventos propios de su edad. Bajo ningún concepto el niño debe recibir concesiones que lejos de ayudarlo, lo diferencie de los otros compañeros.
Finalmente, ante la duda de qué hacer con el niño o la persona que tiene el defecto, y me atrevería aconsejar, que ante los primeros síntomas no esperar a que se llegue agudizar, acudir al especialista en Logopedia o al Foníatra que podrán establecer el tratamiento, las orientaciones y los ejercicios adecuados para cada tipo de estos trastornos, teniendo en cuenta la individualidad de cada caso y su entorno familiar, escolar y social.

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