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Teresa carreño: la niña prodigio (I)

26 de diciembre de 2023

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Es indudable que la pianista venezolana Teresa Carreño (Caracas, 22 de diciembre de 1853-Nueva York, 12 de junio de 1917) se sitúa por derecho propio entre los máximos intérpretes de su tiempo.

El gran musicólogo español Adolfo Salazar llegó a expresar, refiriéndose a ella, que «realmente creo, en toda sinceridad, que fue la más grande artista del piano que yo haya escuchado nunca», a lo que añadió –tal vez para recrear su testimonio- que un profesor del Conservatorio, famoso por su mala lengua, decía que los pianos se echaban a temblar cuando veían aparecer a la Carreño, que del primer zarpazo los dejaba como para el arrastre.

Pero hay más. «Situada en lo más viviente de una época magnífica para la historia de la música –postrimerías del romanticismo, paso a la época actual, con sus nuevas estéticas-, rodeada de compositores insignes, de intérpretes prodigiosos, Teresa Carreño se mantiene, a todo lo largo de su carrera, en una escala digna de los grandes tiempos que le tocara vivir», como escribió Alejo Carpentier en « El Nacional», de Caracas, en 1953, en ocasión del centenario de la artista.

No es de extrañar pues, que la capital cubana se deslumbrara con su inmenso talento.

Sin embargo, no es muy conocido que cuando la ilustre venezolana, siendo apenas una niña, se presentó por primera vez en La Habana en 1863, su actuación provocó una fogosa polémica, que llegó a la altura de escándalo profesional, según cuentan los entendidos.

Lo cierto es que la pequeña pianista, que alcanzaría fama mundial años después, llegó con una carta del compositor Louis Moreau Gottschalk, recomendándola a Nicolás Ruíz Espadero, para que la atendiese:

«Es un genio. No tiene más de 9 años. (…) Quiero que hagas todo lo que puedas para ayudarla. Es una niña simpática, encantadora. Entiende todo lo bueno».

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