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Temporada ciclónica 2013. ¿Qué se espera?

1 de junio de 2013

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Los efectos de un huracán en el Malecón habanero

El 1ro de junio marca el inicio de la temporada ciclónica. Es el período semestral de mayor actividad en la formación de ciclones tropicales para la cuenca del océano Atlántico septentrional, que incluye al mar Caribe y al golfo de México. La temporada finaliza el 30 de noviembre, lo cual no implica la imposibilidad de que se originen organismos ciclónicos tropicales en otros meses.
Los ciclones tropicales se definen como sistemas meteorológicos a los que, según su estructura y nivel de organización, se les asigna un nombre cuando sus vientos sostenidos superan los 63 km/h. Los huracanes son ciclones tropicales cuyos vientos sobrepasan los 118 km/h. Se denominan grandes huracanes a aquellos de gran intensidad, cuyos vientos superan los 180 km/h.
Los primeros navegantes españoles que llegaron las tierras del Caribe insular resultaron intensamente golpeados por los huracanes, tanto en sus primeros asentamientos y primitivas villas, como a bordo de los navíos que emprendían la travesía entre Europa y el Nuevo Mundo. Varias veces los ciclones sepultaron en el océano flotas enteras con su valiosa carga de hombres y caudales, y entonces dedujeron que aquellos torbellinos tenían características bien distintas a las de los vientos alisios que los impulsaban por el Atlántico y a las tormentas eléctricas comunes.
A mediados del siglo XVI, los europeos identificaron que en las proximidades del 22 de septiembre ─coincidente con el equinoccio de otoño─ tenía lugar en nuestra región geográfica un período particularmente activo en grandes tempestades. Por ello llamaron Equinoccio a ese peligroso intervalo, y fue la primera denominación que tuvo la temporada de huracanes.
Hacia el siglo XVIII, los navegantes, exploradores y otros hombres ilustrados reconocieron que los meses más activos en cuanto a la formación de ciclones tropicales eran agosto, septiembre y octubre, y las autoridades eclesiásticas ordenaron rezar, sólo en esos meses, una oración titulada Ad repellendas tempestates, dirigida a impetrar ante Dios por cuantos se hallaban en peligro de sufrir el azote de aquellos vendavales. El hecho de circunscribir las preces a un determinado número de semanas en el año, suponía la tipificación de una temporada con reiterada ocurrencia de huracanes.

Vale decir que más que considerar cifras, cuya significación es sólo de índole estadística, estar preparados ante cualquier amenaza es lo más importante. Esto es lo que nos ha enseñado la historia de la Meteorología en Cuba… temporada tras temporada.

Coincidiendo con los orígenes de la Meteorología científica, en las medianías del siglo XIX, los primeros meteorólogos comenzaron sus estudios desde bases históricas y estadísticas. Así se pudo precisar que los ciclones tropicales ocurrían en diferentes intervalos en las diversas regiones del planeta. Para la cuenca del Océano Atlántico del norte este período fue ampliado a los meses entre junio y octubre.
En 1855, el cubano Andrés Poey ―hijo del sabio naturalista Felipe Poey Aloy― elaboró una cronología de huracanes, apreciada entre las más completas de la época. Fue publicada en La Habana, y por la Academia de Ciencias de París, además de traducida al Inglés. Después, el padre jesuita y eminente meteorólogo Benito Viñes, precisó las zonas de mayor peligro ciclónico por meses, y estableció una regularidad mensual en las trayectorias de los ciclones. Por entonces se hacía referencia a una estación de los ciclones.
En el siglo XX, con el inicio de la República, el servicio meteorológico cubano pasó a ser responsabilidad del Observatorio Nacional, cuyo segundo director, el ingeniero José Carlos Millás, realizó aportes al mejor conocimiento de la ciclonología tropical. Millás practicó investigaciones que le condujeron a considerar el entorno de la temporada de huracanes entre junio 1 y noviembre 15, además de obtener nuevos resultados estadísticos.

Huracán Dennis

El término temporada ciclónica como actualmente lo empleamos en Cuba, comenzó a hacerse más conocido a partir de 1965, año en que fue fundado el actual Instituto de Meteorología. Su primer director, Mario Rodríguez Ramírez, redactó una cronología de ciclones tropicales y elaboró una hipótesis orientada a pronosticar sus movimientos. Hace unos años la temporada ciclónica fue redefinida, extendiéndola desde el 1 de junio hasta el 30 de noviembre. Ese intervalo fue establecido a partir de nuevos estudios de base estadística.
No todas las temporadas se comportan exactamente igual, ni en el número ni en las características de los organismos que en ella se desarrollan. Se ha determinado que el promedio de formación de ciclones para la temporada en el Atlántico es de 12 ciclones tropicales; o sea, 12 sistemas tropicales cuyos vientos máximos sostenidos superan los 63 kilómetros por hora. De ellos, 6 o 7 devienen huracanes; estos son ciclones tropicales cuyos vientos máximos sostenidos sobrepasan los 118 km/h.
Como ejemplos de temporadas ciclónicas poco activas en el siglo XX pueden señalarse las temporadas ciclónicas de 1911, con sólo 4 organismos, y 1914 con uno sólo; como ejemplos de gran actividad ciclónica aparecen la temporada de 1933, en la que se identificaron 21 organismos, y la de 1936 con 16. El record, hasta el presente, lo posee la memorable temporada ciclónica de 2005, con 27 organismos ciclónicos tropicales. Para nuestro país, queda el recuerdo de esa temporada en los nombres de Arlene, Dennis, Katrina, Rita y Wilma.
Para 2013, el Instituto de Meteorología ha pronosticado una temporada activa, quizás con 17 ciclones tropicales, la mitad de los cuales pudiera llegar a convertirse en huracán. Sin embargo, el mayor o menor número de ciclones formados en una temporada no tiene un significado concreto en términos de amenaza ciclónica, pues puede darse el caso de 1936, en el que, a pesar de formarse 16 ciclones, ninguno cruzó sobre Cuba. El ejemplo inverso corresponde a la temporada de 1910, cuando sólo se contaron cuatro ciclones tropicales. Sin embargo, en octubre, uno de ellos, convertido en huracán de gran intensidad, cruzó sobre el occidente de Cuba y describió un lazo al norte de la provincia de Pinar del Río, extendiendo sus efectos durante cinco días consecutivos, hecho que provocó una catástrofe de grandes proporciones en el occidente del país.
En resumen, vale decir que más que considerar cifras, cuya significación es sólo de índole estadística, estar preparados ante cualquier amenaza es lo más importante. Esto es lo que nos ha enseñado la historia de la Meteorología en Cuba… temporada tras temporada.

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