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Tanto amor mata

6 de abril de 2018

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Al egoísmo no recuerdo haberle dedicado mis elucubraciones emocionales, y me di cuenta apenas hace un rato mientras leía un artículo y saltó la palabrita asociada a determinadas conductas. Por esto me fui al diccionario y encontré que significa –y cito textualmente–: “conducta consistente en anteponer habitualmente los intereses propios con respecto a los de otras personas, en general, en perjuicio de estas; una persona reacia a compartir lo que tiene. Y si bien es cierto que no siempre el significado general no se aviene a la explicación científica, en este caso me parece que describe muy bien al “egoísmo”, aunque, no es suficiente, y voy a profundizar.

Empiezo por decir que se aprende a ser egoísta, que en esencia es una conducta acompañada de emociones muy fuertes, las cuales, por regla general son dañinas, pero veamos a que me refiero. El egoísta no quiere compartir, quiere reservarse para sí algo, ya sea bienes materiales, como espirituales, ¿acaso no hemos oído a mujeres que dicen que son egoístas con el amor a sus hijos? Y nos podemos preguntar: ¿es algo bueno o malo? Porque quien habla así, lo dice con orgullo, como que ese egoísmo protege a sus seres amados, pero yo me permito cuestionarlo.

Tal vez esas madres no entienden a profundidad el daño que le hace el amor excesivo y exclusivo a los hijos, porque por muy grande que sea el afecto, la entrega, el sacrificio y el cuidado de una madre, de ninguna manera es suficiente para que un niño crezca y desarrolle con total equilibrio y felicidad. Afirmo esto porque las personas necesitamos de socializar en diversos grupos humanos y con muchas personas, y aunque es una verdad innegable que las madres tenemos un papel fundamental en la vida de los hijos, no somos sus dueños, ni le hacemos bien el querer conservarlos solo para nosotras, impidiéndoles que otras personas los quieran, les enseñen y compartan sus vidas. La pregunta que hay que hacerse es ¿Qué quiere una madre que su hijo logre en la vida? La respuesta más saludable es que queremos que crezcan sanos en cuerpo y alma, que se conviertan en adultos seguros, honestos, trabajadores y que tengan metas en la vida bien definidas y tengan la voluntad de alcanzarlas.

Esta es una síntesis de algo tan complejo y largo como es la educación, pero creo que tiene lo fundamental y queda claro que el egoísmo es su antítesis, porque veamos, ¿Cómo actúa una madre egoísta? Lo primero que quiere es tener al hijo para sí sola y ser la dueña de sus afectos, incluido el padre, por lo que no es extraño verla enorgullecerse que ella y solo ella lo quiere, lo cuida y lo protege de todos, incluido el padre, poniendo al niño en la agobiante “campana de cristal” del asfixiante amor materno que no le deja “salir” al mundo real que tiene conflictos, obstáculos, disgustos, peleas, conocer personas buenas, regulares y malas, y en general, conocer el mundo con todo lo que esto trae, que es no es más ni menos que la vida real que nos permite aprender, porque lo otro, el mundo artificial de las madres egoístas es irreal y al final, muy dañino.

Llama la atención que el diccionario dice que los sinónimos de “egoísta” son: “interesados, avaros, mezquinos, ambiciosos, codiciosos, voraces”, y también se aviene muy bien a lo que he estado comentando. Claro que me he dedicado a tratar al egoísmo afectivo, ya que en este espacio me dedico a las emociones y no me he referido a la otra cara de la moneda que es el material, el cual, aunque parezca contradictorio, no siempre se acompañan, porque puede haber personas dadivosas de bienes materiales y egoísta en los afectos.

Conozco una señora que ya tiene más de 70 años y que es una de estas madres, y he visto el daño que produce ser la dueña absoluta del cariño de sus hijos y nietos, a los cuales les rodea de una celda espiritual más sólida que el acero, donde no permite que nadie entre, ni tolera criticas de maestros, familiares, y se siente orgullosa de ser capaz de dar tanto amor, amor que ella y solo ella les puede proporcionar; pero lo que ella no sabe es que esos seres tan queridos para ella, se han sentido asfixiados y al ir creciendo, han ido haciendo vidas paralelas, una que es la que le muestran a la madre y abuela “súper amorosa”, y la otra es la que ellos quieren hacer para ser felices y que mantienen en secreto alejados de la mamita y abuelita querida. ¿Qué les parece?

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