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Sobre la cocina en la literatura cubana (II)

3 de mayo de 2023

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*Fragmento de ponencia preparada para el panel desarrollado durante la XXXI Feria del libro de La Habana, 12 de Febrero de 2023

 

El tema culinario es recurrente en la literatura universal. No hay país, por exiguo que pueda ser su catálogo de obras literarias, que no cuente en su haber cierto panorama alrededor de este contexto y evidentemente, la literatura cubana no es una excepción.

La primera obra impresa en Cuba data de  1723 y no fue hasta el siguiente siglo, el XIX, que proliferaron las publicaciones de todo contexto. Sin embargo, debemos tener en cuenta que en fechas anteriores, existen documentos manuscritos –como las actas  de los Cabildos de las administraciones coloniales locales- que recogían de manera puntual aspectos que con buenos ojos podemos considerar como parte de la primigenia literatura cubana de cocina, o más abarcadoramente, de gastronomía. También manuscrita, nuestra primera obra literaria, Espejo de paciencia, escrita por Silvestre de Balboa a principios del siglo XVII, relata en versos los sucesos ocurridos  en el poblado de Yara con motivo del secuestro del obispo Juan de las Cabezas Altamirano. Así nos informa sobre las Cien arrobas de carne y de tocino que prometen entre otros por el rescate. Y como,…con sus manos ofrecen frutas con graciosos ritos. Guanábanas, gegiras y caimitos. Cargadas de mehi y tabaco… mameyes, piñas, tunas y aguacates. Plátanos, mamones y tomates. Y muchas pitajayas olorosas; con mucho jaguará, dajao y lisa. Camarones, biajacas y guabinas.

Con esa misma amplia óptica para reconocer singularidad de la literatura cubana que otea los aspectos culinarios, se me antoja no despreciar la modalidad de crónicas de viajeros de disimiles lugares, las cuales hoy nos llevan del pasado al presente con vivencias de época que nos son tan útiles: la cubana Condesa de Merlin con “viaje a La Habana”, “cartas desde Cuba” de la sueca Frederika Bremer, referencias del norteamericano Samuel Hazard, o aquellas del pintor inglés Walter Goodman con sus recuerdos escritos de tertulias vividas en Santiago de Cuba y La Habana y muchos otros más.

Esencialmente, es en el siglo XIX, de la mano del escritor Cirilo Villaverde que comienza a revelarse profusamente el costumbrismo culinario en la novela Cecilia Valdés, y en menor medida, en el relato sobre el viaje a Vuelta Abajo.

Muchos cafés se hicieron famosos en La Habana decimonónica y algunos llegaron hasta el siglo XX. El café Europa, en Obispo y Aguiar, era preferido por la gente pudiente y Carlos Loveira, con su personaje Juan Criollo, lo inmortalizó para las letras cubanas.

La escritora Renee Méndez Capote, una cubanita que nació con el siglo, detalla hábilmente las cocinas de la época: espacio, aroma, verdad. El Poeta nacional Nicolás Guillén, ocupa una relevancia particular en este tema. Es famosa su controversia con el poeta español Rafael Alberti por el apetitoso regalo de un jamón de pierna del primero al segundo. También, como nostálgicamente recuerda en verso escrito en España, sencillos platillos de la cocina cubana tradicional. Y no olvidar su papel en la peña de intelectuales que apadrinó la suerte de la Bodeguita del Medio.

De sus memorias contadas en la novela Y el mundo sigue andando, Daniel Chavarría recordaba particularmente el tema del Congrí ambivalente, el bueno y el malo. Y así, teniendo en cuenta que lamentablemente muchos faltarán en esta breve aproximación, englobamos en un todo el recuerdo de José Soler Puig con su pan dormido, a Lisandro Otero, recreando, en el habanero restaurante Carmelo de Calzada, la langosta Thermidor para el capo de la mafia Meyer Lansky. Por ahora, no faltarán a la cita menciones sobre Fernando Ortiz o Alejo Carpentier. Son antológicas las citas culinarias de Leonardo Padura, quien con singular pasión “sazona” con platos señalados, fundamentalmente en la tetralogía que tiene como eje central al personaje de Mario Conde.

No faltan aquellos novelistas que han emigrado del país y buscan  referencias en recetas de abuelas. En mis investigaciones destaco particularmente a Waldo Alvares Insúa, escritor español, quien vivió muchos años en La Habana y en la novela Los últimos días de España en Cuba (1901), nos revela interesantes detalles del arroz con pollo a Chorrera.

Pero si se trata de identificar un escritor cubano obsesivo con el tema culinario, todos coinciden que este lugar lo ocupa José Lezama Lima, eminente literato del siglo XX, gastrónomo como pocos. Con su buena pluma y amplia cultura ha dejado plasmados más de 160 platos en sus obras, compilados pacientemente por algunos investigadores.

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