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Siempre hay alguien que sabe qué hacer

10 de enero de 2014

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Sigo con la empatía que es una de las competencias interpersonales o sociales -que se le puede llamar de las dos formas- que como sabemos es la conciencia de las emociones, sentimientos, necesidades y preocupaciones de los demás y consonar con ellas, o sea entender porqué una persona se siente feliz  o triste por una situación que para uno mismo no tiene relevancia, sin embargo poder entenderlo y apoyarlo porque son sus sentimientos. Así mismo, aunque yo crea que es tonto o banal que Pepe esté preocupado porque el jefe hoy en la mañana no lo saludó con la sonrisa habitual y empiece a elaborar ideas macabras sobre su futuro profesional, si soy empática entiendo que para Pepe eso tiene importancia y lo ayudo a mejorar  su perspectiva hacia el hecho preocupante, pero nunca me burlo de él, ni minimizo su postura.  Así que ya con la introducción hecha estoy lista para adentrarme en el tema (esto de la introducción es una costumbre de muchos años de profesora y espero que aquí también funcione) y hoy me dedicaré a la última de las cualidades de la empatía (anteriormente hablé de la comprensión de los demás y el aprovechamiento de la diversidad) que es la conciencia grupal o conciencia política, referido a la habilidad de darse cuenta de las corrientes emocionales y de las relaciones de poder subyacentes en un grupo. No es ajeno a nadie que cuando estamos en un grupo, y más si es un grupo en el cual transcurre una parte importante de nuestras vidas se establecen diferentes dinámicas en las relaciones interpersonales, flujos de afectos, emociones diversas y una distribución de roles, y no es lo que formalmente establece la organización, ya que en el trabajo están distribuidas las funciones, las jerarquías , etc. de manera formal, pero este no es el caso, sino que por las personalidades, conductas, filosofías personales, dinamismo de las emociones de los miembros del grupo, etc. se establece de forma frecuentemente inconsciente estas relaciones, independientes y paralelas de las que la organización formal determina. Tener conciencia grupal es ser capaz de distinguir esto que ocurre en el grupo, y hago énfasis en “ser capaz” porque de hecho todas las personas hacemos estos análisis cuando estamos en un grupo, pero no siempre acertamos. Si somos capaces de responder acertadamente las siguientes preguntas podemos decir que tenemos una buena conciencia grupal: ¿A quién se le puede confiar un secreto? ¿Quién es valiente para defender un interés común? ¿Quién pondrá su hombro para llorar una tristeza? ¿Quién toma decisiones rápidas? ¿Quién entiende a los otros? ¿Quién puede guiarnos hacia la meta ansiada? ¿Quién es capaz de hablar en nombre de todos con acierto porque ha comprendido todas y cada una de las necesidades y preocupaciones? ¿Quién reconoce al líder nato? ¿Quién entiende las diferencias y la diversidad? y finalmente ¿Quién es capaz de entender la esencia de vivir en grupo? Pues ese es quien mejor conciencia de grupo o política tiene, aunque vale aclarar que no necesariamente una persona posee todas esas características, sino que se puede tener algunas de ellas. Pensemos quien es la persona en la familia a la que casi todos o todos consultan sus problemas, y seguramente a todos nos vendrá a la mente alguien. O en el trabajo ¿Quién puede ser un buen líder sindical? Si tenemos una buena conciencia grupal, acertaremos en confiar un problema en Perico y en elegir como secretario sindical a Petronio, pero si no somos buenos evaluadores, entonces los secretos andarán de boca en boca y seremos mal defendidos en el centro laboral, así que como dice mi colega Calviño vale la pena desarrollar una buena conciencia grupal.

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