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Series Selectivas, recuento de un torneo olvidado (I)

17 de abril de 2015

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ss1Las Series Selectivas de béisbol fueron, sin dudas, torneos imprescindibles para entender el desarrollo que alcanzó la pelota cubana entre las décadas del setenta y el noventa del siglo pasado. Durante un largo tiempo estos certámenes, que agrupaban a los mejores jugadores del país, llevaron fanáticos a los estadios; pero, luego, el interés decayó y la última versión se jugó en 1995.
La primera edición de la Serie Nacional tuvo lugar en 1962. Ocho años más tarde surgió la idea de organizar un torneo especial, en el que participarían los peloteros más completos del país, divididos en seis equipos. En 1970, Cuba entera estaba centrada en alcanzar las 10 millones de toneladas de azúcar, en una extensa zafra, por lo que los directivos decidieron nombrar al nuevo evento “Serie de los 10 millones”.
El campeón de aquella Serie fue Las Villas, una selección que estaba dirigida por el todavía muy joven Serbo Tulio Borges. Con el bate de madera en la mano, el jugador más destacado fue el matancero Wilfredo Sánchez quien lideró el promedio ofensivo, los hits conectados y las carreras anotadas. Otros peloteros que sobresalieron fueron Agustín Marquetti, con 12 cuadrangulares y Miguel Cuevas, con 51 carreras impulsadas. Por un largo tiempo las estadísticas de esa Serie no fueron tenidas en cuenta para los records individuales, porque se trataba de un “torneo especial”; sin embargo, ese error histórico ya quedó subsanado.
Después de la “Serie de los 10 millones” hubo un receso de cinco años. En 1975, la dirección del béisbol decidió crear, ahora sí con carácter permanente, un evento que concentraría, luego de concluida la Serie Nacional, a los peloteros de mejores actuaciones. Así surgió la Serie Selectiva.
En ese momento Cuba todavía estaba dividida en 6 provincias, por lo que cada una estuvo representada en la versión inaugural de las Selectivas; además, intervino Industriales, como selección de la capital.
Forestales y Vegueros se unieron en Pinar del Río; Constructores y Metropolitanos conformaron Habana; mientras Industriales, que no participó con ese nombre en la Nacional de 1975, recibió a los peloteros que jugaron con el uniforme de Agricultores.
Los atletas de Henequeneros y Citricultores defendieron el color rojo de Matanzas y Las Villas aglutinó a los jugadores de Azucareros y Arroceros. En el oriente del país, Granjeros y Ganadores ofrecieron los peloteros para la selección de Camagüey y, por último, Serranos, Cafetaleros y Mineros se reunieron en el equipo Oriente.
En la Serie Nacional de 1975 las dos primeras posiciones las ocuparon selecciones occidentales; sin embargo, la Selectiva fue diferente y Oriente, conducido por José Carrillo, ganó la edición inaugural, con ventaja mínima de un juego sobre Camagüey y Habana.
Una de las principales claves para comprender el triunfo de Oriente fue el excelente trabajo del lanzador Gregorio Pérez, quien finalizó con un bajísimo promedio de carreras limpias de apenas 1,04. La gran figura a la ofensiva fue el pinareño Alfonso Urquiola, por su promedio de 358. La primera Selectiva fue un gran éxito y el público consideró que aquella era una buena idea.
En las últimas cuatro Series de la década del setenta existió una gran paridad, ya que ningún equipo repitió el triunfo. En 1976 Habana, comandado por Roberto Ledo, ganó el campeonato. Un año más tarde, los camagüeyanos, dirigidos por Carlos Gómez, terminaron en la primera posición.
Entonces llegamos hasta la Selectiva de 1978. Esta ha sido una de las más recordadas de todos los tiempos, pues Las Villas y Pinar del Río concluyeron igualados en la cima, con 35 triunfos y 25 reveses. Hubo que recurrir a un play off, al mejor de cinco juegos que terminó con un cerradísimo triunfo de los villareños, por 3 partidos a dos. Ese fue el primer gran éxito del mentor Eduardo Martín Saura.
Algunos meses más tarde, en la Selectiva de 1979, los pinareños se desquitaron del revés ante Las Villas y ganaron de forma convincente, bajo la conducción del experimentado José Miguel Pineda.
De esta manera terminaba la primera década de las Selectivas. El balance general era positivo. El público apoyaba al certamen y los peloteros luchaban por incluirse en las nóminas de las selecciones. Esas características se mantendrían durante los siguientes quince años; sin embargo, el final de las Selectivas sería realmente triste.

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