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Secreto entre dos

12 de junio de 2021

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r10vYHZ6W_1256x620Cuando el nieto cumplió los trece años, el abuelo se decidió a sostener una conversación seria con él. Preparó las condiciones. Alertó a la anciana para que no los interrumpieran. Carraspeó en busca de un tono de bajo profundo y pidió al adolescente que lo acompañara al patio. Allí tendrían una conversación muy importante. El nieto hizo un paseo mental por las notas de las últimas pruebas. Si bien no era un súper dotado como el hermano mayor, se columpiaban en una medianía feliz. Y tampoco resaltaba por ser el más irrespetuoso ni el más hablador en clases. Así que, intrigado, acompañó al anciano al patio de sus antiguos juegos infantiles.
El abuelo comenzó la charla en un tono que alertó al adolescente. Ese tono lo empleaba cuando en el mismo patio, reunido con sus amigos, discutían de política internacional y de la actualidad del país. Este abuelo estaba capacitado para ingerir periódicos, revistas y noticieros con el mismo placer que devoraba los pasteles del vendedor que pasaba por las tardes.
Se preparó para la cita con el pasado, con el pasado del abuelo. Ese pasado en que el viejo siempre era un héroe, un héroe de película de cowboy, de esas que daban en algunas madrugadas en la televisión. Solo que en lugar de perseguir bandidos de mentiras, él persiguió bandidos de verdad. Y así lo aseguraba la abuela, aunque todavía ni ella ni él se habían dado el primer apretón en aquel tiempo, pero que guardaba medallas y diplomas ganados por él. Esa conversación sería una conversación larga repleta de palabras fuera de uso en el lenguaje actual y que a él se le iban cuando hablaba con los amigos, de tanto escucharlas en la casa. Y a estos tenía que explicarles el significado para apagarles las risitas.
El anciano fijó los ojos en el rostro atento del nieto. Ni asomo de barba en el mentón, ni un grano en la cara, pero sí tenía ya un tono más bajo en la voz. Él se consideraba bien preparado para el tema pues era un asiduo consumidor de programas de psicología en la radio y la televisión. Además, más que enredos del amor espiritual, los enredos puramente de sexo, eran los protagonistas en telenovelas y seriales. Desvió la mirada del inocente rostro del muchacho y fijó la atención en la pared. Y habló entonces del despertar del interés sexual, la primera relación, los juegos amorosos, el consentimiento previo de la muchacha, el uso obligado del condón desde la primera vez. Hizo una relación de las enfermedades que él todavía llamaba venéreas. Respiró profundo y se atrevió a mirar la cara del nieto treceañero. Lo recibió el rostro adormecido y el bostezo acallado por el respeto de la mano puesta en la boca. Y comprendió que pudo adiestrarlo en el manejo de la bicicleta, pero que para el manejo del sexo llegaban tarde sus clases.

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