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“Se permuta”: un clásico restaurado en el Festival

18 de diciembre de 2017

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La comedia, ese género que insólitamente estuvo a la zaga durante mucho tiempo en la cinematografía de un país como Cuba, donde el humor constituye un elemento inseparable de la idiosincrasia popular, sirvió en los años ’80 para enjuiciar determinadas actitudes y prejuicios caducos. Uno de los títulos que más exitosamente la retomaron fue Se permuta, que cerró este Jueves 14, en el cine 23 y 12 la presencia cubana en la sección «Clásicos restaurados» del 39. Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.

Un guion escrito originalmente para el cine en 1979, La permuta, pero no filmado en su momento, fue remodelado para la escena por su autor, Juan Carlos Tabío (La Habana, 1943). Su montaje por el Grupo Teatro Político Bertolt Brecht, codirigido por el propio cineasta y el actor Mario Balmaseda, fue un hecho insólito en el ámbito nacional. En cada función, el escenario del Teatro Mella se transmutó en moviola en la cual el documentalista a partir de las enriquecedoras reacciones del público, pudo probar, modificar y pulir dramatúrgicamente, el libreto destinado a su primer largometraje.

Después de su resonante éxito de crítica y público, La permuta fue retomada con destino a la pantalla, ya nutrida con esta experiencia, a la cual Tabío atribuye una capital importancia. En su opinión, de no haberse montado la obra, la película —que le gusta más— hubiera sido distinta. Sin dejar de entretener, se propuso un tipo de humor quizás más incisivo y reflexivo, y no el tono farsesco prevaleciente en la escena.

El proceso de madurez del guión, provocado por su mutación en texto teatral, resultó positivo para Se permuta (1984), esperada opera prima de Tabío en el largometraje. El fenómeno de la permuta de viviendas con sus secuelas, sugerido al realizador por Tomás Gutiérrez Alea, a quien le unieran lazos afectivos muy fuertes, es el pretexto para ahondar en la gente de nuestros días y cuestionar actitudes retrógradas.

Narra las aventuras, venturas y desventuras de Gloria Perdomo, una modista, en su obsesivo intento por alejar a su hija del asedio de un mecánico. La permuta de su vetusta casona en Guanabacoa por un moderno apartamento en el céntrico barrio El Vedado, donde «Yolanda conocerá a un muchacho de otro nivel» es la solución. Solo que uno de los integrantes en la laboriosa cadena de permutas emprendida por Gloria, con el asesoramiento de Guillermito, un «funcionario» oportunista, es Pepe (Mario Balmaseda). Yolanda advertirá en él virtudes totalmente ausentes en su novio, el «buen partido». La muchacha puede convertirse en un amenazador obstáculo para frustrar toda la maniobra materna.

En esta pareja, más madura en la cinta que en la obra, se perciben valores contrapuestos a la búsqueda de la felicidad por Gloria a partir de aspiraciones y normas de conducta que no son sino rezagos pequeño-burgueses. Yolanda, representante de las nuevas generaciones, porta una nueva ideología.

Con la frescura de un humor costumbrista de tono incisivo, Tabío promueve a la meditación sobre algunos puntos de la realidad y de nosotros mismos. Se permuta, filme concebido ante todo para entretener, objetivo primordial presente en todo momento, logra que los caracteres femeninos importantes para el desarrollo, culminación y conclusión del chistoso argumento, no sean figuras esquemáticas o vagamente tramadas. Poseen una personalidad propia que las define, si bien sus preocupaciones son de índole diversa.

La Gloria personificada por la veterana Rosita Fornés —felizmente recuperada para el cine— se adueña de la pantalla, como antes de las tablas, con su imaginativa e incansable sucesión de mudanzas destinadas a conseguir propósitos personales sin tomar en cuenta los de su hija Yolanda (deslumbrante debut de Isabel Santos).

Juan Carlos Tabío pertenece a la generación que a inicios de los años 80 tuvo la oportunidad en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), de transitar al largometraje de ficción tras su formación en el documental y el noticiero. Para entonces, acumulaba una importante trayectoria en el cine documental a lo largo de más de una veintena de obras, con especial énfasis en figuras de la música (Soledad Bravo, Miriam Makeba, Joan Manuel Serrat…) y la plástica (Amelia Peláez), que precedió a sus primeros cortometrajes de ficción: El radio (1976) y La cadena (1978), en los que se atisbaba su agudo sentido del humor para abordar críticamente la realidad cotidiana en toda su complejidad.

 

Rosita Fornés (c) y Juan Carlos Tabío (d) durante la filmación de "Se permuta".

Rosita Fornés (c) y Juan Carlos Tabío (d) durante la filmación de “Se permuta”.

 

El realizador ha reiterado en varias entrevistas que personalmente disfruta mucho más la elaboración del guión que la puesta en escena. Como declaró en una ocasión, Se permuta, por ser su primera película le permitió entrenarse «en todos los elementos de la puesta en pantalla y contar una historia sencilla, relatada de manera directa y comunicativa». Si el público viendo la película se enriquece en la misma medida que nosotros al abordar este tema y, al mismo tiempo, se entretiene, el objetivo se ha cumplido».

La solidez del hilarante cortometraje Dolly Back (1986), que también arremetió contra aspectos controvertidos de la contemporaneidad, sobrepasa la fragilidad de las falsas apariencias puestas en tela de juicio y evidencia otro recurso preferido por el creador: el «cine dentro del cine», recurso presente en algunas de sus obras. Ese manifiesto interés en el cine como un juego que propone al espectador —para evidenciar que no estamos ante la vida, sino ante una película—, se advierte en la filmografía posterior del cineasta, sobre todo en Plaff o Demasiado miedo a la vida (1988), que considera la que mejor representa su personalidad como director.

Riesgo y cuestionamiento son dos conflictos contrapuestos en estos dos primeros largometrajes marcados por ese humor cuestionador de estructuras que impiden un desarrollo más dinámico y coherente de la sociedad cubana y que tanto interesa a Tabío como medio para hablar de temas universales. Entre las dos colaboraciones con Gutiérrez Alea —Fresa y chocolate (1994) y Guantanamera (1995)— El elefante y la bicicleta (1994) fue un hermoso tributo al séptimo arte en su centenario, en el que reafirmaba la validez de la comedia como forma de comunicación, de llegar a la gente también a través del entretenimiento al expresar cosas muy serias, promovedoras de una operación reflexiva y crítica, algo también advertible en su buñueliana Lista de espera (2000), otra muestra del riesgo constante asumido como en la propia vida.

Estrenada el 29 de marzo de 1984, Se permuta obtuvo el Tercer premio Coral (ex-aequo) en la sexta edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, La Habana; el Premio Rubén Martínez Villena otorgado por la Unión de Jóvenes Comunistas en Cuba, así como el Premio a la mejor actuación femenina (ex-aequo) a Isabel Santos en el Festival Internacional de Cine, Televisión y Vídeo de Río de Janeiro.

 

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En la permuta del guión cinematográfico al teatro y de este al cine, ambos medios se beneficiaron. Juan Carlos Tabío abordó críticamente los conflictos con un humor efectivo, a cambio de la divertida receptividad del espectador, cómplice o partícipe activo en una trama nada ajena y unos caracteres arquetípicos identificables en los vecinos de nuestra luneta.

Al ser interrogado entonces sobre si el humor y la ironía eran las formas de abordar la realidad que le interesaban, el cineasta respondió: «Definitivamente seré comediante. Todo me sale así. Naturalmente que hay matices».

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