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Sarah Bernhardt

26 de diciembre de 2018

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La Habana que recibió a Sarah Bernhardt y a su compañía en la mañana del 8 de enero de 1887, que la alojó en el desaparecido Hotel Trotcha –en la calle Calzada del Vedado– y puso a su disposición el teatro Tacón del Paseo del Prado para que deslumbrara con su histrionismo, era una ciudad conocedora de algunas de las luminarias de la escena europea, pero lo de la Bernhardt era distinto y su celebridad, inigualable.

José Martí, quien la vio actuar en París, el 18 de diciembre de 1879, escribiría admirado:

“Sarah es flexible, fina, esbelta. Cuando no está sacudida por el demonio de la tragedia, su cuerpo está lleno de gracia y abandono; cuando el demonio se apodera de él, está lleno de fuerza y nobleza (…) ¿De dónde viene? ¡De la pobreza! ¿A dónde va? ¡A la gloria!”

La Bernhardt ofreció su primera función el 10 de enero de 1887 y traía en su repertorio La dama de las camelias, Fedra, La esfinge, La extranjera y varias obras más. Un crítico escribía entonces: “Sarah hizo prodigios, interpretó a Fedra modernizándola de un modo admirable, delicioso”.

Concluidas las 15 funciones contratadas, Sarah embarcó hacia México en el vapor Cataluña, el 31 del propio mes.

Pero queda algo muy recordado, y es que Sarah “protagonizó” en La Habana otro episodio —este amoroso— del cual mucho se habló, con el torero español Luis Mazzantini, quien por entonces toreaba varias corridas en la ciudad.

El affaire alcanzó repercusiones públicas cuando la diva dejó plantadas a las damas del aristocrático Círculo Habanero que le habían preparado un ágape, por marchar del brazo del diestro Mazzantini, quien le había dispuesto, a la misma hora, una encerrona con reses bravas en la que le mostraría su valor y facultades.

 

 

Se cuenta que, cuestionado su comportamiento y recibida con frialdad tras el desaire, la diva se refirió a los cubanos como “indios con levita”, expresión muy poco feliz acerca de cuya veracidad mucho después la interrogó el entonces joven dramaturgo Gustavo Robreño y a quien ella contestó así:

-¿Yo dije eso? Pues en verdad no lo recuerdo. Es posible que al sentirme inculpada injustamente de una falta que no cometí, llegase a pensar que en Cuba había indios todavía, pero lo de levita, estoy segura de no haberlo dicho. En todo caso, retiro esta última parte.

Sarah tuvo una larga carrera artística y a Cuba regresó en 1918, esta vez con una pierna de menos que le había sido amputada, aunque con el mismo carácter y entereza que la hicieran célebre. Sus presentaciones, a beneficio de la Cruz Roja que prestaba servicios en la Primera Guerra Mundial, fueron no obstante a teatro lleno.

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