Saber besar

14 de marzo de 2014

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Heidy González Cabrera

El título les invita a la meditación porque el beso social, ese que se da a las amistades, incluso, se “tira” al aire en un casi juntar de mejillas, se ha convertido en un saludo habitual, y no solo de las jóvenes generaciones, porque ya se extendió hasta la llamada Tercera Edad.

Vale el aporte espontáneo que sustituyó -sin permiso- al buen apretón de manos, por supuesto, mantenido si de  presentaciones a extraños se trata.

Sin nada en contra, acepto el modismo; en lo personal -disimuladamente-, alejo lo más que pueda ese contacto físico, por el aquello del riesgo posible cuando de transmisión de virosis se trata.

Ahora bien, lo inaceptable es, que esos “besos al aire” sustituyan al amoroso y verdadero de las parejas. Y es que entre dos que conviven, el tedio pende sobre las cabezas como Espada de Damocles.

Hay tantos seres que se aman, y se dejan atrapar por la rutina, la costumbre, incluso, y ya lo dijo un viejo refrán: en la confianza, está el peligro. Por muy segura que sea una relación, por múltiples años que los unan, hay que mantener latente el amor, y un beso verdadero marca la diferencia.

Los invito a tomar conciencia del mensaje, llevarles a “repasar” las despedidas o los encuentros cotidianos con su pareja; admitirá que son los clásicos “besos al aire” que repetirá con quienes comparte su trabajo o encuentra en el vecindario.

Psicólogos y sexólogos insisten en huir de la rutina matrimonial, esa que invade la intimidad y con ella, la cama, con la monotonía de hacer sexo –no amor- , el mismo día de la semana y de la misma manera.

Algo tan aburrido como ver varias veces una película. Poco a poco, se va perdiendo el interés, el deseo se apaga, hasta que nada queda.

Claro, nadie puede mantener las locuras de los inicios, que se recuerdan como trofeos de competencias inconfesables. Mas, hay que salvar el éxtasis, huir de la repetición mecánica con un saldo placentero y revitalizador.

Muchos conocen la importancia de romper el tedio y rescatar la pasión.  Pero, difícil resulta para quienes conviven con los hijos u otros familiares, o por las preocupaciones que imponen el trabajo o la salud. Esos lógicos avatares no permiten medir lo que del amor queda, y de percatarse, es tanto el drama que entraña, que no deciden si vale la pena continuar.

Momentos de crisis, porque ellos ya no son los mismos y todo ha cambiado en derredor. Dolorosa realidad, que a tiempo, se puede evitar.

Para no concluir con tan estremecedora imagen, les transmito lo que aconseja la sexología, por cierto, nada que ver con un “beso al aire”:

“Es muy agradable disfrutar de la sexualidad pausada, en la que se tenga todo el tiempo del mundo, para recrearse con cada centímetro de piel y cada segundo de besos, pero un impulso sorpresivo y de repente puede ser tan satisfactorio como el encuentro planeado, y lo puede ser más. No caer en la rutina es resistirse a la comodidad de hacer lo mismo de siempre. La imaginación existe y hay que usarla. La creatividad alimenta la sexualidad”.