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Robert De Niro

6 de junio de 2017

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Robert de Niro tenía 42 años cuando visitó La Habana. No lucía tal y cual lo vemos en las películas hoy en día. Estaba más delgado, con pelo largo (aprisionado con una presilla y dejado caer, lo que en Cuba se denomina un rabo de mula) y el rostro barbudo. Así lo reflejaron las diversas fotos de los diarios y revistas que reseñaron su paso por la Isla.

De Niro llegó el 2 de diciembre de 1985, junto con otros dos actores norteamericanos: Christopher Walken y Treat Williams, este último pilotando el avión propio. “Como se podrá imaginar casi a riesgo de nuestras vidas”, comentó jocosamente a un periodista.

Conocido y admirado de los cubanos, Robert de Niro se movió a sus anchas por la ciudad. Fue identificado por muchos, firmó autógrafos y seguramente palpó cuán bien recibida era su presencia. De su filmografía –hasta entonces– sobresalían El padrino, Taxi driver, Toro salvaje, Érase una vez en América y otras varias, en su mayoría vistas en Cuba.

Cordial y dúctil, sencillo, de buen humor. Esos fueron algunos de los adjetivos utilizados por la prensa para describirlo.

La revista Cine cubano, en su entrega número 116, de 1986, reproducía algunas declaraciones del actor. Escucha:

“Me alegro mucho de haber llegado. Mi presencia aquí también la provocan las relaciones humanas. En el aspecto político soy un poco naif, es decir, ingenuo. Nunca he entendido que podamos ignorarnos estando tan cerca. Lo más importante para todos es que seamos capaces de mantener nuestra identidad y respetarnos mutuamente”.

También expresó al reportero que “quería conocer a los artistas y cineastas cubanos. Además, tener una visión más completa de la producción de cine latinoamericano que, sin lugar a dudas, tiene fuerza y posibilidades de mercado”.

 

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Atraído por el mundo hispánico y latinoamericano, la  mirada  ávida de Robert de Niro se nutrió de los colores vivaces. Pero, tal vez, lo más importante para el actor fue el intercambio sostenido con los realizadores cubanos y América Latina reunidos en La Habana, que enriquecieron su ámbito visual y conocimientos.

De entonces acá, la carrera de Robert de Niro acumula muchos otros filmes y premios. A sus estatuillas del Oscar (por actor secundario en El padrino y por el protagónico en Toro salvaje) y el Premio  del Festival de San Sebastián, en España, se suma su quehacer como director (a partir de 1993), una labor que simultanea con la actuación.

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