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Rigoberto López en la memoria

26 de febrero de 2019

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Al cineasta cubano Rigoberto López Pego apenas le alcanzó la vida para terminar el primer corte del largometraje de ficción El Mayor. Fue su sueño por muchos años: filmar la gesta de Ignacio Agramonte, un prócer de la guerra de independencia contra España. Nacido en La Habana el 6 de julio de 1947, Rigoberto López escribió ensayos e incursionó como poeta antes de descubrir que el cine era el lenguaje que necesitaba para expresarse al trabajar entre 1968 y 1971 en el Departamento de Cinematografía de la televisión nacional como asistente de cámara, asistente de dirección y director de tres documentales: De una vieja Habana, El arroz y El puerto, Toma 1.

Tras graduarse como Licenciado en Ciencias Políticas en la Universidad de La Habana ingresa en el ICAIC en 1972 primero como asistente de dirección de Manuel Octavio Gómez en Ustedes tienen la palabra, título en el cual Rigoberto López trabaja, además, en la fundamentación teórica y en la dramaturgia. Integra el equipo de realización del largometraje De cierta manera, realizado por Sara Gómez con quien colabora en la dirección de actores. Según el entonces novel cineasta, con ella se identificó mucho con respecto al cine, la realidad cubana y a nuestra cultura popular tradicional, y expresó: “Compartimos juntos la necesidad de desbrozar los caminos que nos aproximaron a la esencia popular más allá de prejuicios y paternalismos. Con Sara descubrí este deseo obsesivo de buscar los ejes de nuestra cultura, de sus ritos, sus ancestros”.

Ese mismo año 1974, desempeña sus dos últimas funciones como asistente de dirección. Primero de Pastor Vega en el largometraje documental La quinta frontera, que refleja la neo colonización imperialista norteamericana y la ocupación de la Zona del Canal en Panamá, y después de Sergio Giral en El otro Francisco, que versiona desde dos ángulos diametralmente opuestos la novela Francisco, original de Anselmo Suárez y Romero. La primera intervención (1973), es el primer documental realizado por Rigoberto López, un lúcido análisis histórico de la guerra Hispano-cubano-norteamericana. Le siguió otro interesante título con una marcada vocación de indagación en el pasado republicano: Apuntes para la historia del movimiento obrero cubano (1975).

Luego de rodar La lanza de la nación (1977), Junto al golfo (1980) y El eslabón más fuerte (1980), con Este cine nuestro (1980) a partir del primer Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, celebrado en La Habana en 1979, registra los testimonios de algunos de sus participantes en torno al origen, desarrollo y significación del movimiento continental como instrumento de rescate, afirmación y defensa de la identidad cultural de nuestros pueblos. Aborda la figura del líder sindical Lázaro Peña en Semilla de hombres, seleccionado entre los filmes más significativos del año 1982 por la crítica nacional, rinde homenaje con Las visitaciones de José Luciano (1982) a la vida y la obra del historiador cubano José Luciano Franco.

 

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A estos retratos le siguió un importante documental, Granada: despegue de un sueño, realizado a pocas semanas de producirse la criminal invasión norteamericana el 25 de octubre de 1983, ofrece la verdad en relación a la construcción del nuevo aeropuerto frente a la campaña de mentiras articuladas por el imperialismo para justificar su hostilidad hacia la pequeña isla caribeña. Recibió la Paloma de Plata, en el Festival Internacional de Documentales y Cortometrajes de Leipzig, el Premio de Plata del Instituto de Cooperación Iberoamericana, en el vigésimo quinto Certamen Internacional de Cine Documental y Cortometraje de Bilbao, y el tercer Premio Coral (compartido), en el V Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, además de figurar en la selección anual de la crítica cubana entre los filmes más significativos del año.

Círculo del infierno (1986), es otro notorio documental del cineasta, que testimonia el hambre que asola a los países situados al sur del desierto de Sahara y reflexiona sobre los problemas históricos y económicos que la condicionan. La vida de los jóvenes namibios que cursan estudios en la Isla de la Juventud es el tema de su siguiente documental, Los hijos de Namibia (1987). Los testimonios expresan la tragedia de su pueblo bajo el apartheid y la lucha por la independencia. Los estudiantes escenifican una masacre ejecutada por las tropas surafricanas en un poblado namibio.

El segundo premio Coral, del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, fue conferido a El viaje más largo (1988), escogido entre los documentales más significativos del año, en la Selección Anual de la Crítica. A partir de un guion coescrito con el periodista y narrador Leonardo Padura se detiene en la emigración china en Cuba y su presencia como elemento integrante del mestizaje nacional. Padura vuelve a colaborar ese año con Rigoberto López en el guion de Esta es mi alma (1988), en el cual también interviene el fotógrafo José María Riera. Recrea los recuerdos y sentimientos de Nicolás Díaz, veterano de la Guerra de Independencia, de ciento cuatro años de edad, parte del alma misma de la Patria y de su historia. En ese díptico documental trató de imbricar la ficción como recurso expresivo dentro de toda una narración documental y no como una impostación.

Rigoberto López incursiona por primera vez en la ficción con el cortometraje La soledad de la jefa de despacho (1989) a partir de un guion que escribió junto al dramaturgo Alberto Pedro. En la trama, una mujer en crisis –interpretada por Daysi Granados–, reflexiona sobre su comportamiento a través de los años. Atrapada en sus contradicciones, comprende que ha perdido valores éticos a cambio de privilegios.

Pero el interés por el cine documental se mantiene y también en 1989 realiza El mensajero de los dioses, que tiene como centro el tambor, considerado como el mensajero de los dioses en las religiones negras de Cuba. El cineasta registra, en toda su autenticidad y valor socio-cultural, dos toques de tambor a las deidades yorubas Yemayá y Changó en un filme laureado con el premio Caracol de dirección y el Premio del Poder Popular de Ciudad de La Habana, en el Festival Nacional UNEAC de Cine, radio y televisión.

 

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Indagó en el descollante largometraje documental Yo soy, del son a la salsa (1996) en las raíces de la música, la historia y la cultura caribeña a través de disímiles y célebres intérpretes de isla y fuera de ella. Transita un largo viaje desde los orígenes del son en Santiago de Cuba hasta las grandes manifestaciones de la salsa contemporánea. Esta producción norteamericana le valió innumerables galardones desde el Primer Premio Coral en el Festival de La Habana a lauros en certámenes de Gramado, Salvador de Bahía, Lérida, Nueva York, San Juan y Chicago.

Rigoberto López, director-fundador de la Muestra Itinerante de Cine del Caribe, quien además fuera corresponsal de guerra en Angola, afirmó en una entrevista que su cubanía misma le llevó a sentirse de alguna manera trascendido como caribeño. El nuevo siglo lo sorprendió en pleno proceso creativo del documental Puerto Príncipe mío (2000). A juicio del realizador, trata sobre el inimaginable drama que viven los pobladores de la capital haitiana, superpoblada, de hábitos rurales, de críticas condiciones sanitarias, y enclavada en las tierras que protagonizaran un evento de trascendencia universal, la Revolución haitiana. En una entrevista que concedió a la revista venezolana Encuadre, declaró el realizador: “Pienso que un documentalista no debe asumir una actitud voluntarista con respecto al lenguaje para imponérselo a los temas de la realidad y que la obra siempre obedecerá a una dialéctica entre los recursos del oficio, la cuerda sensible del autor, sus recursos expresivos y lo que la realidad demande de esos registros”.

Ante la imposibilidad de filmar el guion Puro teatro, original de Humberto Arenal y Carlos Padrón sobre la azarosa vida de la cantante cubana conocida como La Lupe, y un proyecto en torno a Yarini, coescrito con el narrador Leonardo Padura,  Rigoberto López elaboró junto al dramaturgo Eugenio Hernández Espinosa el guion de Roble de olor, devenido en el año 2003 su primer largometraje de ficción. En una entrevista declaró el cineasta: “Trata acerca de la construcción y riesgos de una utopía, y elabora un discurso sobre la defensa de la identidad, contra la intolerancia y a favor de la comprensión del otro”. Roble de olor obtuvo el premio Dikalo al mejor largometraje de ficción del Festival Panafricano de Cannes en el 2006, reconocimiento que constituye una de las gratificaciones más intensas de su carrera cinematográfica.

Tras filmar una entrevista al actor norteamericano Danny Glover con el título Hacer arte, hacer justicia (2005), dos años después vuelve a incursionar en el documental, categoría que no abandona. Figueroa es el título del corto que consagró al afamado fotógrafo José Alberto Figueroa. Tomando como base una entrevista al propio Figueroa el realizador acude a los momentos claves en su vida profesional y utiliza su obra, sus fotografías, como centro visual y discursivo.

Vuelos prohibidos (2015), es su segundo largometraje de ficción. Esta producción del ICAIC con la colaboración del Ministerio de Cultura de Cuba y FUNGLODE de la República Dominicana, cuenta la historia de una parisina  quien la mañana en que se dispone a viajar a La Habana para conocer a su padre, en el Aeropuerto encuentra a un cubano cincuentón que espera el mismo vuelo. Una inesperada tormenta pospone la salida y esa noche, en la habitación de un hotel, entre confesiones y sentimientos intentarán compartir sus visiones de la isla, entre verdades, frustraciones, dudas y esperanzas.

 

El cineasta cubano Rigoberto López (D), director de la película El Mayor, junto al actor Daniel Romero Pildain, protagonista del filme, en conferencia de prensa en la ciudad de Camagüey, el 16 de enero de 2018. Foto: Rodolfo Blanco/ ACN.

El cineasta cubano Rigoberto López (D), director de la película “El Mayor”, junto al actor Daniel Romero Pildain, protagonista del filme, en conferencia de prensa en la ciudad de Camagüey, el 16 de enero de 2018. Foto: Rodolfo Blanco/ ACN.

 

Nunca podré olvidar la pasión con que narraba año tras año su proyecto de filmar la epopeya de Ignacio Agramonte, pero una y otra vez enfrentaba el obstáculo del elevado presupuesto que demandaba una película de tal envergadura. Recuerdo que en una oportunidad vino desalentado a mi oficina para manifestarme que sus documentales, pese a la resonancia crítica y en festivales, el ICAIC nunca los había editado en DVD para su difusión. Por supuesto que volvió a surgir en la conversación el sueño de El Mayor y nos reímos mucho cuando se me ocurrió decirle que mejor pensara en “El menor”, una película que demandara menos recursos. Finalmente, al cabo de muchísimo tiempo, quién sabe cuánto, surgió la posibilidad de que pudiera rodar El Mayor en locaciones camagüeyanas. Terminó el duro rodaje con la salud quebrantada y su último aliento lo dejó en esas imágenes.

 

Daniel Romero Pildain en plena filmacion del rodaje de El Mayor. Foto: Pablo Pildaín/ Facebook.

Daniel Romero Pildain en plena filmacion del rodaje de “El Mayor”. Foto: Pablo Pildaín/ Facebook.

 

Entre los numerosos galardones que atesoró en su trayectoria se encuentra el Diploma al mérito artístico otorgado por el Instituto Superior de Arte, la Distinción Por la Cultura Nacional del Ministerio de Cultura, el Diploma Tomás Gutiérrez Alea de la UNEAC por sus aportes al cine y la cultura cubana y recibió la réplica del machete del generalísimo Máximo Gómez por las FAR en reconocimiento a su obra, que acumuló más de veinticinco galardones internacionales. Hace una década, el crítico Pedro de la Hoz escribió que la filmografía de Rigoberto López tiene mucho que ver tanto con esa entrañable percepción de la cultura popular como de las raíces resistentes en nuestra historia. Su desaparición física, ocurrida en la madrugada del miércoles 23 de enero, truca la trayectoria de alguien calificado por la escritora Nancy Morejón como singular mensajero del arte cubano en nuestros días.

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