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Richard Byrd

6 de diciembre de 2021

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La llegada La Habana del explorador Richard Byrd, de nacionalidad norteamericana y con grado de almirante, fue antecedida de un gran despliegue noticioso: las fotos del explorador se publicaron en la primera página de los periódicos, e igualmente la descripción de sus hazañas y sus viajes.

La visita como tal tuvo lugar en la mañana del 25 de noviembre de 1939, y resultó tan breve que se diluyó entre saludos, estrechones de manos y frases de bienvenida. Una comisión de profesores universitarios miembros de la Sociedad Geográfica de Cuba acudió al recibimiento, también reporteros de prensa y fotógrafos de los principales diarios.

A la mañana siguiente —cuando ya el visitante se había marchado— la prensa divulgó la imagen de un hombre fuerte, de alrededor de cincuenta años (en realidad tenía 51), sonriente y trajeado con elegancia.

No hubo declaraciones oficiales en tan breve tiempo. El Almirante se dirigía hacia el sur de América, donde habría de incorporarse a una expedición antártica. De modo que lo esperaba una aventura en la que daría curso a nuevas investigaciones.

Byrd fue un estudioso de la técnica y de las ciencias, y que los aportes suyos a la navegación aérea fueron sobresalientes, en especial sus contribuciones al desarrollo del sextante de burbuja, el compás de sol y el indicador de corrientes.

Era ciertamente una celebridad y el destaque que le ofreció la prensa se justificaba, aun cuando las noticias de la guerra, por entonces recién iniciada en Europa, absorbían todos los espacios. Por ejemplo, por aquellos mismos días un crucero británico acababa de ser hundido y otros vapores ardían frente a la costa inglesa, en tanto el Almirantazgo británico ordenaba sus primeros contragolpes contra la Alemania fascista.

Pero en América la vida continuaba bastante normal y en Estados Unidos todavía se permitían el lujo de festejar el Día de Acción de Gracias con el pavo tradicional, mientras el Almirante Richard Byrd emprendía nuevos derroteros.

Una nota humorística aparecida en el Diario de la Marina que explicaba en estos términos “las razones” de aquella breve escala:

– ¿Por qué se va usted tan pronto, Mister Byrd?, preguntaba el periodista.

– ¡Porque aquí hace mucho frío…!, respondía aquel.

Poco después el mundo todo iba a estar tan convulso que nadie estaría para bromas.

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