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Refranes: sabiduría de bolsillo (I)

7 de febrero de 2014

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Ars longa, vita brevis: “El arte es largo, la vida es breve”, nos enseñó la cultura grecolatina. Y según afirmaba uno de sus más brillantes exponentes, el fabulista griego Esopo “Cuando se necesitan brazos, el socorro en las palabras no sirve de nada”. Pero en verdad las palabras han resuelto más de un conflicto desde que el humano aprendió a manejarlas con destreza.
Cuando descubrió que además podía resumir su experiencia en frases cortas, convirtiéndola en sabiduría de bolsillo, creó entonces el refrán. Con el tiempo sistematizó conceptos y creó el proverbio. Más tarde necesitó mostrarse civilizado y elaboró sentencias que encierran “una doctrina o una moralidad”, y al comprender que debía ajustarse el cinturón de la cordura inventó la máxima para recordarse a sí mismo lo que debía hacer o no en cada caso.
Y cuando se volvió esclavo de las musas el humano poetizó su sapiencia y entonces produjo epigramas.
El denominador común de todas las variantes es la economía de palabras; y  la esencia que las embellece está en el ingenio.
Y el ingenio, en verdad, define.
Tal vez sea el refrán el que mejor simbolice toda la gnosis humana según estos cánones.
Se asegura que la palabra refrán proviene del idioma occitano —hablado aún en algunas regiones de Francia—, y al parecer significó en sus orígenes estribillo. Pero los diccionarios modernos conceptualizan al refrán como “dicho didáctico o sentencioso de uso popular y estructura invariable”.
Y de eso se trata.
A Cuba nos llegaron de modo marinero navegando en el habla castellana de los conquistadores, es decir popular y arraigado en tradiciones del mediterráneo en el que vertieron sus saberes “cien pueblos, de Algeciras  Estambul”.
Y Cuba tiene ya su propio refranero,  pulido y “aplatanado”.
La profesora habanera Romelia Llerena regaló a los lectores hace un tiempo su Breve Refranero Popular Cubano (Editorial Academia) con más de 300 refranes en los que el rastro patrimonial de siglos se enreda en la realidad cubana.
Se lo recomiendo.

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