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Ramón Menéndez Pidal

1 de mayo de 2019

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Ensayista e investigador, don Ramón Menéndez Pidal llegó a La Habana en febrero de 1937, donde a partir del 21 de aquel mes y hasta el 28 de marzo 1937, impartió un ciclo de conferencias semanales en la Institución Hispano Cubana de Cultura. Disertó sobre la poesía árabe y la europea, sobre el sentimiento del honor en el teatro español, sobre el poema del Mío Cid, los romances, etcétera. Sus conferencias despertaron sumo interés, no solo de los especialistas, sino del público en general, atraído por la celebridad del conferenciante y por su notable erudición, que don Fernando Ortiz definió como “sin desplantes de orgullo, sin alardes histriónicos y sin huecas resonancias”.

El profesor Menéndez Pidal también inauguró en La Habana la Cátedra de Historia de la Lengua Española, perteneciente a la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana, e impartió un curso sobre Gramática Histórica.

 

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En el Aula Magna se le entregó, el 21 de junio de aquel año de 1937, el título de Doctor Honoris Causa, ocasión en que expresó:

“Este honor que me conferís no significa para mí títulos de honor o vanagloria, sino recuerdo grato de la cordialidad que he hallado entre vosotros”.

Menéndez Pidal estrechó nexos con el ensayista José María Chacón y Calvo, uno de los cubanos que por aquellos días más hacía por la difusión de la cultura y la educación en Cuba.

Sabio y laborioso, don Ramón partió en junio hacia Europa, pero su huella quedó entre nosotros porque contribuyó a estimular entre los investigadores cubanos el estudio de los romances hispánicos y los temas históricos de la lengua.

 

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Escribió muchos libros importantes acerca del idioma español y fue candidato al Premio Nobel por más de una ocasión. En verdad, los señores de la academia que confiere dichos lauros nunca fueron muy benévolos con él, porque merecimientos tenía sobrados y era una de las figuras intelectuales cimeras de Europa. Fue además, presidente de la Real Academia de la Lengua. Sin embargo, Menéndez Pidal tomó el asunto con filosofía y se afirma que dijo: “Sin el Premio Nobel se puede vivir extraordinariamente. Hay mucha gente sin él y no se ha muerto”. Y como para demostrar su afirmación, vivió nada menos que 99 años y vino a morir en Madrid, en 1968.

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