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Rafael Hernández

9 de febrero de 2022

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Como el más universal de los compositores puertorriqueños está reconocido Rafael Hernández. Él es autor nada menos que de números tan famosos como Cachita, Buche y pluma na’má, Capullito de alhelí, Preciosa, además de varias canciones puertorriqueñas de sentido patriótico que también han sido profusamente divulgadas: Oh, patria mía y Lamento borincano, por citar solo dos.

Rafael Hernández vivió en Cuba entre finales de 1919 y 1922, según se afirma en la calle Aguacate, entonces número 5, de Habana Vieja, por una época en que ya desmovilizado del Ejército Norteamericano, donde sirvió junto a otros boricuas como músico,  se desempeñaba como trombonista de la orquesta del teatro Fausto de la esquina de las calles Colón y Paseo del Prado.

En aquellos años trabó relación con Alejo Carpentier y con Nicolás Guillén, quienes, uno por el género del ensayo y otro por el de la poesía, transitaban el camino de las raíces melódicas antillanas. Ha señalado el musicólogo Helio Orovio lo mucho que nutrió Rafael Hernández su catálogo con la sonoridades cubanas, al punto que puede llamársele (y algunos lo tienen por tal) como un músico cubano, si bien el intercambio entre una y otra isla, Cuba y Puerto rico, fue enriquecedor en ambos sentidos.

El cubano Pablo Quevedo, llamado el divo de la voz de cristal, le cantó Campanitas de cristal y a los integrantes del Trío Matamoros los conoció en Nueva York en 1928. El jibarito Rafael, puertorriqueño por los cuatro costados, compuso sones, canciones rumba, sones y canciones afro, en el más auténtico estilo de los cubanos.

En una segunda ocasión se detuvo Rafael Hernández en Cuba. Fue en el año de 1939, cuando ya la fama lo acompañaba a todas partes. Esta vez el sello discográfico RCA Víctor lo había comisionado para realizar grabaciones a cantantes y orquestas como la Riverside, la Orquesta de Alfredo Brito, cuya dirección su director amablemente le cedió, también seleccionó a los cantantes Miguelito García, María Ciérvide y René Cabel, quien en adelante siguió interpretando en su repertorio las composiciones de Rafael Hernández.

Junto a Pedro Flores (Blancas azucenas, Bajo un palmar, Obsesión, etc.), integra Rafael Hernández el binomio autoral de mayor fuerza en la música popular puertorriqueña del siglo XX, durante una época en que son varios los artistas de esa isla que se presentan en los escenarios cubanos con notable éxito, entre ellos Myrta Silva, Mapy Cortés, Hernando Avilés, Bobby Capó y Daniel Santos, los dos últimos popularísimos. Más recientemente la lista se ha engrosado con otros nombres populares: Danny Rivera, Lucecita y Andy Montañez, por citar solo tres.

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