Quinta Las Delicias II
7 de julio de 2014
| |El doctor Robert Yerkes, de la Universidad de Yale, presidente de una comisión de la Carnegie Institution, en 1924 declaró que “la quinta de los monos” de Doña Rosalía Abreu, era el experimento antropológico de mayor envergadura jamás cometido, luego del estudio del lenguaje de los monos. Robert Mearns Yerkes (1876-1956) fue un psicólogo, etólogo y primatólogo norteamericano, precursor en el estudio comparativo de la inteligencia de humanos y primates, y del comportamiento social de gorilas y chimpancés. Precisamente, a la institución mencionada legaría Doña Rosalía su colección al fallecer, por lo que en 1930, el zoológico de la acaudalada dama pasó a manos de la Carnegie Institution. El mismo contaba con orangutanes, gorilas, chimpancés y otras variadas especies además de los monos, como las aves. Se conoce que el experimento más sorprendente de “la finca de los monos” fue el del chimpancé, concebido y nacido en cautiverio el 27 de abril de 1915, al que llamaron Anumá.
Para el doctor Yerkes fue decisivo el viaje a Cuba y el tiempo que había pasado observando la colonia de la señora Abreu. Cuando regresó a los Estados Unidos, lo hizo convencido de estudiar a los primates en su hábitat natural. Así era de significativa la colección de Doña Rosalía cuando causó tal impacto en el notorio científico. Para suerte de los animales, la mencionada institución estadounidense se hizo cargo de ellos, pues con la muerte de su protectora, los herederos no manifestaron interés alguno por seguir las costumbres de su madre, y el presidente Gerardo Machado trató de hacer un zoológico, pero la idea quebró por falta de financiamiento. Finalmente, los monos fueron a parar a universidades y circos de los Estados Unidos.
De Las Delicias y Doña Rosalía dejó sus impresiones la célebre bailarina norteamericana Isadora Duncan, cuando en relato de sus paseos por La Habana, entre finales de 1916 y principios de 1917, evocaría sus temores por los queridos e “inofensivos animalitos” -según madame Abreu. En su libro Mi vida, cuenta: “Visitamos otra casa, que estaba habitada por una dama de las más rancias familias cubanas, que tenía la manía de los monos y los gorilas. El jardín de la casona estaba lleno de jaulas, donde guardaba sus animales favoritos. Era esta casa uno de los sitios más curiosos para visitantes. La dueña dispensaba a estos la más pródiga hospitalidad. Los recibía con un mono sobre el hombro y un gorila que llevaba de la mano: los animales más domesticados de su colección, en las que había algunos que no eran tan dóciles y que, cuando las visitas pasaban por delante de sus jaulas, se agarraban de los barrotes, lanzaban chillidos y hacían toda clase de muecas. Le pregunté si eran peligrosos, pero dijo desenfadadamente que, aparte de alguna que otra escapada de sus jaulas y algún que otro guardián muerto, eran completamente inofensivos. La noticia me intranquilizó y apresuré mi marcha”.
“Lo más notorio de esta señora es que era muy hermosa, con grandes ojos expresivos, culta e inteligente. En su casa se reunían las lumbreras del mundo literario y artístico. ¿Cómo, pues, explicarse su fantástico afecto hacia los monos y gorilas? Me dijo que en su testamento dejaba toda la colección de monos al Instituto Pasteur, para los experimentos relacionados con el cáncer y la tuberculosis. Me pareció una forma muy singular de demostrar a aquellos animales su cariño póstumo”.
A los halagos de la Duncan podría añadirse el de intrépida, pues Rosalía Abreu está entre las primeras mujeres que se elevaron en un aeroplano en Cuba, junto a la literata Laura Zayas Bazán y la propietaria entonces del hotel Telégrafo, Pilar Samoano del Toro. Ellas sobrevolaron el Campamento de Columbia como pasajeras del pionero de la aviación Domingo Rosillo.
A pesar de su extraño hobby Doña Rosalía no estuvo ajena a las causas independentistas de la época y generosas fueron sus contribuciones con la segunda etapa de la contienda cubana contra España. Asimismo, su altruismo alcanzó obras humanitarias en beneficio de la salud y la educación de los pobres, tanto en La Habana, como en su natal Santa Clara, donde vio la luz en 1862.
Actualmente, la popular “finca de los monos” funciona como Palacio de Pioneros. Desde los años sesenta fue destinado a plantel educativo, y en décadas posteriores alternó la función cultural con la recreativa.
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