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¿Qué hacen al Floridita de La Habana distinto al resto de bares y restaurantes?

20 de agosto de 2020

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floridita

 

Había incursionado en distintas facetas de la gastronomía en general y cubana en particular y sentía la necesidad de escribir sobre un lugar que es probablemente el mayor símbolo de esta expresión en la Isla. No quería hacerle un homenaje porque no me corresponde esa facultad, pero si tenía la intención de resaltar en blanco y negro ciertas características específicas de este sitio privilegiado.

Conocía lo general que conocemos todos sobre el Floridita y me di a la tarea de profundizar en sus interioridades con la idea de extenderme por encima de la recurrencia con la que se suele escribir sobre el mismo. Por supuesto que lo obvio debía estar presente, pero quería ir más allá. Hacer visibles sus duendes en detalles tal vez inéditos.

En el recorrido documental que sobrevino a la intención, una interrogante siempre se mostraba presente: ¿Qué hacen al Floridita distinto al resto de bares y restaurantes? Y me di a la tarea de establecer mis criterios:

– En primer lugar, un sitio de 200 años es algo respetable. ¿Cuántas instalaciones de este tipo hay en nuestro Nuevo Mundo con tan larga data?

– Su ubicación en un lugar sin igual que lo convierte en testigo ocular de infinidad de sucesos importantes de la impetuosa vida de la capital cubana en esos dos siglos de existencia.

– Presencia insoslayable desde principios del siglo XX del cantinero Constantino Ribalaigua Vert,  conocido popularmente como el “rey de los cocteleros” y al cual le debe la coctelería cubana varios de sus famosos.

– Cuna de la transformación por Constante del rústico Daiquiri originado en la playa del mismo nombre en Santiago, por una versión cosmopolita de salón: refrescante, elegante y original, que se ha establecido desde entonces en uno de los  10 más famosos a escala planetaria.

– Por muchos años, el más cotidiano salón de estar y punto fijo de Ernest Hemingway, uno de los más importantes y atrayentes escritores norteamericanos.

– Envidiado lugar de encuentros y citas de cientos de famosos de todos los continentes

– Seleccionado uno de los 10 más connotados y famosos bares del mundo que han tenido una influencia destacada en el desarrollo de la literatura en lengua inglesa.

Ese nada despreciable expediente facilitó que el Floridita fuera, desde hace más de 60 años, catalogado como una las estrellas internacionales en esa esfera. Revistas y crónicas especializadas lo reafirmaban Aún hoy, esas mismas y otras nuevas publicaciones, lo ubican en un lugar privilegiado.

¿Pero habría sido posible la proyección universal del Floridita sin el auxilio particular de la gastronomía cubana?

La singularidad de la gastronomía nacional radica en el conjunto de fortalezas que la escoltan desde hace ya mucho tiempo. Entre ellos, el tabaco, convertido desde el inicio de la conquista en puro habano, que dio pie para que una buena mesa solo estuviera completa con su magnífica presencia. O el ron, ese mismo ron que surgió peleón, belicoso y camorrista y se hizo dócil por la pericia y voluntad de los roneros cubanos; o el café viajero, convertido en rito nacional al llegar a nuestras costas, e incluso la música, forjada por los predecesores españoles y africanos, que se adueñó de la mente y los corazones de millones de personas en todo el planeta imbuidos por la contagiosa calentura de sus ritmos.

¿Qué habría sido de aquella lejana y opaca Piña de Plata (nombre original) de principios del siglo XIX si no hubieran surgido estos fenómenos de cultura y arte que identifican nuestra nacionalidad? Probablemente se hubiera estancado en el tiempo o hubiera desaparecido silenciosamente.

¿Se hubiera podido concebir la idea de inventar el Daiquiri? ¿Con qué material hubiera podido Constante darle forma a esta exquisitez de la coctelería mundial, o hubiera podido agasajar a su amigo Ernest Hemingway con un Daiquiri Especial? Tal vez el propio Hemingway hubiera pasado de largo por el Floridita sin imaginar que era posible  una magia única para transfigurar los cocteles y no lo hubiera convertido en su lugar preferido.

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