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Presencia de la música cubana en el espectro musical de México (VI)

27 de diciembre de 2018

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benny

 

Tanto en Cuba como en algunos otros países, en los últimos años, significativos segmentos académicos muestran un marcado interés por el estudio de la emigración de los músicos cubanos, ocurrida entre los años 30 y 50 (incluso algunos se extienden hasta los 60) del siglo XX.

Hasta el momento, estos estudios y casi en exclusivo, centran su atención en la incidencia, asentamiento y trayectoria de cubanos en las comunidades latinas de New York, considerando en solitario las influencias de estos, en la reformulación timbrico/sonora del jazz y nada más.

Por otra parte, no le falta razón a los estudiosos del espectro musical del México de los años cuarenta y cincuenta del pasado siglo, de que en una buena parte de este país se accedía a un amplio escenario artístico, donde brillaba una acentuada concurrencia de músicos cubanos, en una franca competencia con los nacionales.

Muy en particular, considero como hecho importante, que este horizonte estético no solo lo completaban los charros y mariachis (Jorge Negrete, Pedro Infante, Luis Aguilar, etc.) o los dramones de una Dolores del Río, Gloria Marín, o la espléndida “devoradora de hombres” María Félix; sino también una relación de cantantes solistas, que en una breve muestra nos remonta a: Lalo Montané –con quien Benny Moré configuró “El dueto fantasma”–; Pedro Vargas, Emilio Tuero, Julio del Razo, Emilio Domínguez –quien incluyera en su repertorio temas popularizados por Benny Moré (muchos radioyentes llegaron a confundirlos)–, el trío Los Panchos, Toña la Negra y el excelente director veracruzano de orquestas Memo Salamanca, hasta conformar una relación interminable.

A este singular elenco, luego se sumaría el vocalista Tony Camargo –de recordados dúos con Benny Moré-, Mario Peregrino; los maestros Pablo Beltrán Ruiz, Ismael Díaz, Miguel Aguiar, Daniel de La Vega, Agustín Lara, Juan García Esquivel, José Macias, Pablo Serafín, Antonio Peregrino, Rafael de Paz, y Guillermo Cházaro.

En estos años la vida musical nocturna de México vivía atiborrada por una bohemia singular: una noche podía comenzar por una función de teatro, luego se podía pasar a un salón de bailes, y al término amanecer en un cabaret.

Para estos años, ya el Son cubano (con el calificativo de “ritmo tropical” o ritmo “afroantillano”), a través de Veracruz había echado raíces en México.

El antecedente del son en el país azteca, se remonta al año 1929, con el arribo a las costas de Yucatán (¿Puerto Progreso? ¿Veracruz?) del sexteto “Son Cuba de Marianao”, y algo después, la “Orquesta Caribe” de Ernesto Lecuona, respaldando a la legendaria bailarina Lucrecia Oxamendi, conocida como “La negra rumbera”.

Con el “Son Cuba de Marianao” sonando en todo Yucatán, quedó expedito el camino para la decisiva expansión del Son cubano por todo el interior del país, que no solo se limitó a conocer del cadencioso ritmo cubano, sino del diseño instrumental básico para su interpretación (tres, guitarra, marímbula, trompeta, bongó y cantantes ocupados también en la percusión menor).

Se conoce que de manera vertiginosa, en una buena parte de México, este formato vocal instrumental fue copiado al calco por los músicos mejicanos, para generar, entre otras agrupaciones a: Son Yumurí, Son Clave de Oro, Son Veracruz, Son Cuauhtémoc, Son Heroica –esta última considerada como la primera en incluir la trompeta–, y el Son Cuba, agrupación que por un corto tiempo alineó con acierto, al luego famoso cantante Vicentico Valdés.

Como si fuera poco, esta relación se complementa con soneros del patio de una alta estima artística, como: Pedro “Moscovita” Domínguez, Nacho Téllez, José Vázquez (conocido artísticamente como “Chepilla”), Felipe Chía, Falluco Limón, Agapito Silva, y la veracruzana Eloísa Kerber, considerada por el musicólogo veracruzano Rafael Figueroa Hernández, como la primera sonera de Veracruz; todos de una manera u otra, compartiendo espacios artísticos con los soneros cubanos, en especial con Benny Moré, Humberto Cané, Homero Jiménez, y Vicentico Valdés.

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