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Presencia cubana en el espectro musical de México (III)

1 de noviembre de 2018

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En la actualidad, no resulta fácil apreciar una absoluta complacencia por parte de los consumidores, el enfrentar un ciclo de películas mejicanas de esos años. Téngase en cuenta que el consumidor/espectador actual, acostumbrado a una dinámica creciente en el cine, debe valorar o disfrutar de un cúmulo de filmes abigarrados por el abuso en todo sentido de formulas lentas y repetidas, y que a no dudarlo, acarrearon su estancamiento.

En cuanto a la discografía producida por México en esos momentos, son muchos los que escuchan las respuestas sonoras atrapadas en estos soportes, con cierto escepticismo. Esto da lugar a que bien poco se espere en el posible interesado, la capacidad de hallar en estos materiales sonoros, excelencias estéticas totales.

El grueso de la creación musical mejicana de esos años, en la actualidad, pudiera devolver al consumidor facturas abrigadas, en ocasiones, por talantes calificados como burdos (rancheras, corridos) o casi impensadas, esquemáticas, o plenas de cursilería (la canción y el bolero).

Resulta posible, que para algunos esta creación equivale, en específico, a trenzados de amores imposibles, machismo, tramas inverosímiles, corrientemente inspiradas en un penetrante entramado cargado de sensualidad, casi íntegramente matizado por viables lacras sociales, y que van desde el soborno al robo o el alcohol, hasta las peores máculas de violencia y prostitución, aunque siempre aderezadas por una buena dosis de lágrimas y alguna que otra pedantería melodramática.

Estos y algunos otros posibles componentes negativos, parece que conducen a liberar el sustento de miles de pies de celuloide, decenas de grabaciones de discos y ciento de miles de horas radiales que apresaron en un ambiente gris, ambientes con propuestas de escenas rurales, con el charro como el ideal supremo del macho. O a contrapelo, el encumbrado cabaret, o el arrabalero, recreando una pormenorizada descripción que aspira en su entrega al consumidor, un  producto del que solo se salvan bellas interpretaciones para el disco y el celuloide, y una buena dosis de frenéticas caderas rumberas (cubanas) tratando de despedazar la pantalla cinematográfica, habitualmente bailando al compás de una buena proporción de excelentes ritmos cubanos (rumbas, mambos y chachachá), con títulos tan significativos como por ejemplo: Carita de cielo, Victimas del pecado, Aventurera, Sensualidad, Coqueta, Revancha, Había una vez un marido, Señora tentación, o, Perdida.

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